viernes, 7 de diciembre de 2018

Los Límites Del Absurdo


Amber Langford y Annie Collinge, dos chicas británicas, recibieron un polémico premio en una fiesta de disfraces el pasado Halloween: ganaron el primer lugar del concurso por aparecer vestidas de las torres-gemelas-en-pleno-atentado.

El disfraz incluía los aviones estrellados, fuego falso e incluso personitas tirándose de las ventanas directo a la muerte. La referencia al atentado en que más de dos mil 700 personas perdieron la vida pudo ser divertido en la fiesta, pero no resultó nada graciosa después. El padre de Amber es un piloto que  se encontraba en vuelo cuando los accidentes ocurrieron. No estaba enterado del premio, pero una vez que el asunto se hizo mediático, afirmó que no lo encontraba aceptable:

“Ella sabe que soy piloto y que eso no está para nada bien. Tendremos una pequeña plática, me parece.”

Aquella noche, la reacción del público ante el premio fue múltiple: algunos lo aclamaron, se pudieron escuchar abucheos y también comentarios de ofensa y desaprobación. La imagen fue a dar rápidamente a las redes sociales, donde obtuvo comentarios en su mayoría negativos hacia ellas y hacia el bar donde el concurso se llevó a cabo.

George Borsberry, un ingeniero mecánico que estaba en el lugar, se tomó las cosas con una gravedad bastante más aguda que la reducida a un comentario en Facebook:

“No sólo se les dio el premio al mejor disfraz, sino que se les dio un premio de 150 libras por burlarse de las víctimas de una masacre. Mis amigos y yo exigimos ver al gerente pero nos respondieron diciendo que estaba ‘muy ocupado’ para recibirnos. Esperamos más de 2 horas y media para hablar con cualquiera que pudiera darnos una razón y cuando por fin pudimos hablar con alguno de los que decidieron aquel premio, nos dijeron ‘lo sentimos, pero era un buen disfraz.’ Luego tuvieron la audacia de decirnos que había también otras personas con disfraces desagradables, como uno de Jimmy Salvile [presentador de la BBC acusado hace tiempo de violación a menores], como si eso implicara que entonces no había nada de malo en aquél otro. ¿Dónde podemos dibujar la línea?”
Las dos estudiantes universitarias ya pidieron disculpas públicas por el disfraz:

“Nuestra intención nunca fue ser ofensivas. Lo sentimos por todos a los que pudimos agredir. La idea era representar un día de verdadero horror en la modernidad, ocurrido en nuestro propio tiempo. No quisimos hacer de ello un chiste.”

Quizá lo anterior no puede ser aceptado con tanta facilidad. Disfraces como estos buscan, en definitiva, causar un impacto polémico, su éxito se basa en el escandaloso efecto que pueden causar. Claramente, Amber y Anni debieron pensar que, en el entramado de una noche de Halloween, el asunto no iba a ser tomado como una reflexión profunda a secas, sino, a lo sumo, como una ácida crítica al horror del terrorismo.


El príncipe Harry de Inglaterra protagonizó en 2005 un episodio similar al vestir un disfraz que simulaba el uniforme de las juventudes nazis. Esto le valió reacciones de grupos judíos a nivel mundial en vísperas de una reunión de la reina con víctimas del Holocausto.

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