sábado, 15 de diciembre de 2018

Interrogando A La Vida


Filosofía
Interrogando A La Vida
Los pensadores, que desde Tales y Anaximandro se fueron extendiendo por todo el cinturón de ciudades que entonces rodeaban al Mar Mediterráneo, recibieron muy pronto el nombre de filósofos, y la actividad a la que se dedicaban se llamó filosofía. Esta palabra abarcaba en principio una serie de ocupaciones en extremo diversas, que van desde el avance de actividades puramente teóricas acerca del origen y constitución del universo, al estudio de las matemáticas y las ciencias físicas e incluso a una forma sui generis de turismo.

Sin embargo la base de todas estas actividades es una actitud común, el deseo y la decisión de conocer las cosas, justamente lo que la palabra «filosofía» tomada en sentido lato quiere decir. Los griegos antiguos señalan de forma unánime esa actitud como el carácter distintivo del filósofo. Y eso aun por encima de todos los logros geniales que en sus teorías acerca del mundo o en cada uno de los primeros saberes positivos, desde la geometría a la medicina, la ciencia política o la astronomía alcanzó cada uno de ellos.

Es también esa actitud de inquisición y de búsqueda la que los filósofos clásicos sintieron como propia vocación y mantuvieron como forma de vida. Así pues, la filosofía en su inicio, tanto si se mira desde fuera ante los ojos perplejos y divertidos de los ciudadanos comunes, como si se experimenta desde la propia existencia del hombre que se lanza a la empresa de filosofar, se entiende en último término como una interrogación, un querer saber lo que las cosas son.

Nunca se insistirá lo bastante en esta doble dimensión que la filosofía tiene desde sus comienzos. Por una parte es un conocimiento y un lenguaje que intenta dar razón a distintos niveles de la naturaleza de cuanto es. En este sentido la filosofía ha experimentado una constante transformación. Y no sólo porque a lo largo de la historia y en función de las preocupaciones técnicas, económicas y sociales de cada momento van surgiendo sistemas diversos que intentan dar una visión global del universo físico y la vida humana, sino también y sobre todo porque las ciencias, que en un principio eran tarea exclusiva de los filósofos, se desgajaron del tronco común, multiplicándose y haciéndose totalmente autónomas en sus métodos y su objeto.

Primero la geometría, luego la astronomía, la mecánica estática y la medicina, y mucho más tarde la física, la biología y las ciencias humanas, forman una gigantesca enciclopedia que parece agotar a nivel experimental cualquier posibilidad de conocimiento. Hasta tal punto que desde el siglo XIX alguien se atrevió a pensar que todas las zonas de la realidad son el objeto exclusivo de uno u otro de estos saberes de observación, los únicos que tienen un método riguroso y preciso de investigación. La filosofía queda reducida a una función ancilar, y únicamente debe estudiar la dinámica de las sociedades en la medida en que producen un determinado tipo de conocimiento, o analizar las reglas de formación y transformación del lenguaje científico, en evitación de sinsentidos y de paradojas.

Lo que no ha variado a lo largo del tiempo, en medio de la proliferación de sistemas filosóficos y de nuevos conocimientos científicos, ha sido la segunda dimensión de la filosofía, tomada ahora en su sentido inicial. Justamente este es el aspecto que ha llamado la atención de los primeros griegos, mucho más que el ingenio demostrado en la explicación totalista del universo, los resultados, a veces asombrosos, de los descubrimientos de las ciencias, y de sus notables aplicaciones técnicas. Para un griego un filósofo es, antes que nada, un hombre que se decide a entender, que ante la realidad en su conjunto y cada una de sus zonas, toma una actitud interrogativa.


Y justamente es esta actitud de interrogación la que adoptan los filósofos y científicos que les suceden en la historia, cuando su tarea no se ve frenada por prejuicios de escuela o por la rutinaria repetición de saberes adquiridos. 

A esta segunda dimensión, que todavía permanece invariable y que se amplía a todo tipo de conocimiento cuando se vive en auténtica actitud inquisitiva, puede llamarse, sin hacer en absoluto fuerza al nombre, filosofía.

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