sábado, 15 de diciembre de 2018

El Lado Bueno De Las Cosas


 “El lado bueno de las cosas” cuenta la historia de Pat Solatano (Bradley Cooper), un joven que acaba de salir de un centro de salud mental.

Los problemas de Pat comenzaron cuando, meses atrás, agredió al amante de su ex mujer. Una vez cumplida su condena, vuelve a casa de sus padres, quienes esperan que su hijo rehaga su vida con la ayuda del optimismo y de una pasión: el equipo local de fútbol americano.

Todo cambia cuando conoce a Tiffany, una chica con problemas que se ofrece a ayudarle a recuperar a su esposa.

La película de David O. Russell (“The fighter”, “La gran estafa americana”) aborda dos sentimientos: la ira y la generosidad.

En lo que a la ira se refiere, hay una verdad irrefutable: todos hemos perdido los estribos alguna vez. 

No vamos a entrar en detalles o anécdotas, que, a buen seguro, nos traen incómodos recuerdos. Pero es indudable que los nervios nos han traicionado en más de una ocasión a lo largo de nuestra vida.

Con frecuencia  se trata de enfados puntuales, que no tienen demasiada repercusión en un futuro cercano. En otras, por el contrario, los malos sentimientos nos transforman por completo y nos convierten en una suerte de monstruos violentos y encolerizados.

¿Cuándo debemos empezar a preocuparnos? Pues cuando la ira forme parte de nuestra personalidad y no aparezca sólo en  un mal momento.

Si un brochetazo queda aislado, es imposible que forme parte de un cuadro, pero, si las pinceladas son tan constantes como para constituir un rostro, o un paisaje, entonces preocúpate.

Podemos afirmar que enfadarse es bueno. Es saludable. Mostrar nuestro rechazo ante una situación, expresar que estamos disconformes con algo o alguien, es una forma que tenemos de desahogarnos.

Es imposible estar siempre contento, de hecho, es indispensable visitar la orilla contraria, la del enojo, para llegar al destino universal: el de la felicidad.

Una persona razonablemente sana está satisfecha con su vida, pese a que ésta esté salpicada por la frustración y la cólera. Es decir, la felicidad es la norma por la que se guía la existencia, pero esta felicidad se ve alterada en ocasiones por su antítesis. Son necesarios ambos sentimientos.

El protagonista del film decide ir más allá. Cuando la indignación se apodera de él, Pat hace uso de la fuerza, de la violencia física. ¿Se trata de una señal? La respuesta es sí. La contención, en este caso, es primordial para mantener una óptima salud mental.

También hay que tener en cuenta que la contención es necesaria, al contrario que la represión. No hay que confundir una cosa con otra.

Reprimir nuestros sentimientos durante mucho tiempo puede tener un resultado catastrófico. El almacenamiento de ira sólo incrementa el resentimiento, por lo que es necesario soltar, de forma esporádica, todos los sentimientos y sensaciones que nos incomoden.

Según los expertos, una persona que muestra su malestar de forma regular, pero controlada, es más fiable que aquella que nunca se excita ante nada y que, un buen día, explota (emocionalmente). Son este tipo de sujetos los que causan más daños ya que expresan su dolor de forma brusca, incontrolada, y el descontrol suele afectar de forma altamente negativa a la sociedad que le rodea.

Una de las opciones más válidas a la hora de luchar contra las muestras desproporcionadas de enfado es el deporte. La actividad física constante (da igual el ejercicio que practiquemos) es un desahogo tanto para nuestro cuerpo como para nuestra mente.

El film también nos transmite un mensaje que, pese a que pueda parecer evidente, no hay que olvidar: la familia es importante, por no decir vital, para ayudarnos a superar cualquier tipo de problema.


En este largometraje, la familia está encarnada por personajes excéntricos, cómicos, pero cuya función es la misma que la de cualquier padre de familia: ayudar al hijo a superar una situación adversa, en este caso la agresividad.

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