Muchas veces nos encasillamos en moldes que no tienen una razón lógica de ser. Discriminamos y asediamos a los que son diferentes, hacemos a un lado a quien no piensa igual que nosotros, y pretendemos estandarizar a la sociedad en esos moldes “perfectos”, para que todos los individuos sean iguales y no piensen o, en palabras de George S. Patton, cuando todos piensan igual es porque alguien no está pensando. En un mundo tan diverso la diversidad de opiniones debería de ser la regla y no la excepción.
Si bien,
biológicamente somos egoístas, pues nuestros genes nos utilizan como vehículos
para avanzar a la siguiente generación, socialmente, como seres humanos, hemos
logrado crear mecanismos de cooperación que nos permitan interactuar y
ayudarnos para la supervivencia de la especie humana y, conforme avanza más la
ciencia y nuestro conocimiento sobre ella, caemos en razón de que no es por
medio del egoísmo que logramos la supervivencia sino que lo es por
medio del trabajo en equipo.
Algunos biólogos
criticarán fuertemente esta postura, pues asumen que la supervivencia del más
apto es la regla y no la excepción, sin embargo, nosotros como seres humanos
somos capaces de colocarnos por encima de nuestros instintos primitivos,
utilizando nuestro desarrollo cerebral, el cual es mucho mayor que el de otras
especies. Hemos podido alcanzar logros que ninguna otra especie en la Tierra ha
podido: Utilizamos la geometría, el álgebra, la trigonometría, la biología, y demás
disciplinas, para sobrevivir como especie.
Decía Morris que la
genialidad de nuestra supervivencia yace en que nos hacemos preguntas,
encontramos respuestas a esas preguntas y sobre esas respuestas nos hacemos más
preguntas.
Es, por ende, en la diversidad de opinión donde yace nuestra
supervivencia como especie, y no en moldes homogéneos y fuera de lugar que no
permiten el desarrollo orgánico de las personas.
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