domingo, 9 de diciembre de 2018

La Gota Que Colma El Vaso


Llevas una temporadita bastante mala, las preocupaciones y problemas se acumulan y te sientes como una olla a presión.  Notas como tu paciencia se va agotando día tras día, no sabes hasta cuando aguantarás; y un día cae la gota que colma el vaso, un acontecimiento carente de importancia detona una explosión emocional sin precedentes. De repente estás gritando, totalmente desatado, te hierve la sangre y un torbellino desordenado de pensamientos inconexos recorre tu cabeza. Tienes la sensación de estar perdiendo el control de tu mente y de tu cuerpo, estás siendo víctima de un “secuestro emocional”.

Una oleada de emociones intensas se apodera de ti antes de que puedas razonar, pierdes literalmente el control. Cuando pasa la tormenta te preguntas, ¿pero qué me ha pasado? Empiezas a razonar y a valorar las consecuencias de tus actos…la culpa y la vergüenza te saludan desde la puerta. Desde luego, el estallido emocional que acabas de tener, no ha traído nada bueno.

Detrás de un secuestro emocional se esconden muchas causas ocultas, negadas, apiladas sin orden en nuestro interior. La mayoría de las explosiones de ira o ataques de ansiedad suelen darse por una acumulación de estrés y demás emociones negativas. Llevas tanto tiempo siendo fuerte, o intentando serlo, que tus sentimientos acaban aplastándote. Te vas ahogando en un vaso cada vez más lleno de problemas, sin dar una salida efectiva a las presiones ni poner solución a los problemas, pero por algún lado tenía que salir todo eso. A veces, se trata de una mala época, todos pasamos épocas malas; el problema es más grave cuando esos asuntos pendientes se acumulan durante años, se cronifica el estado de alerta y malestar y los estallidos emocionales parecen formar parte de tu propia personalidad.

¿Qué le pasa a nuestro cerebro durante un secuestro emocional?
Cuando somos víctimas de un secuestro emocional, lo que sucede es que los centros emocionales del cerebro toman el control, “secuestrando” a la parte racional. Nuestro cerebro guarda muchos vestigios de épocas primitivas, en las que la vida o la muerte dependían de una rápida reacción. 

Por ello, cuando se rebasa el límite de nuestro aguante y nuestros recursos se colapsan, nuestro cerebro interpreta que estamos en peligro y que debemos reaccionar; la parte emocional toma el control para que nuestra razón no pierda el tiempo evaluando lo que está sucediendo y tomando complicadas decisiones. Por ello, reaccionamos de esa manera instintiva, impulsiva y desprovista de razón. Nuestros pensamientos se vuelven inoperantes frente a la arrasadora fuerza de las emociones.

La amígdala es una de las estructuras más importantes de nuestro sistema límbico o emocional. Cuando experimentamos algo, la amígdala va a ser la encargada de procesar la información emocional y activar una emoción. De ahí, esa información debería pasar a nuestra corteza cerebral, encargada de dotar a la experiencia de un significado racional, de sentido y significado, de tomar decisiones lógicas en base a nuestras emociones, es ahí donde tenemos el control.

El caso es que toda información pasa primero por nuestro sistema emocional, por ello es tan importante conocernos y saber gestionar nuestras emociones. No podemos controlar qué emoción vamos a sentir, pero sí nuestra reacción a esa emoción, así como nuestro estado de ánimo posterior (Goleman, 1996). Ojo, que estamos hablando de emociones negativas, pero también nos pueden secuestrar las emociones positivas, en los momentos de euforia, con un ataque de risa incontrolable, por ejemplo.

 A veces, la gota que colma el vaso no es un acontecimiento al azar; a veces, es algo que, de algún modo, nos transporta emocionalmente a un momento de nuestro pasado que despierta alguna emoción (positiva o negativa). Nuestros recuerdos están coloreados por nuestras emociones, memoria biográfica y memoria emocional están íntimamente conectadas. Esto es así por que ciertas estructuras del sistema límbico juegan un papel esencial en la adquisición de recuerdos, razón por la cual recordamos mejor los hechos autobiográficos con carga emocional que los neutros.

¿Qué podemos hacer para evitar un secuestro emocional?
Es de vital importancia que te conozcas a ti mismo, que sepas qué situaciones te alteran y te llevan al límite; que sepas cuáles te traen recuerdos y qué cosas tienes que trabajar y superar. 

Autoconocimiento y más autoconocimiento.
Parece que no todas nuestras explosiones tienen la misma intensidad, por lo que el secuestro emocional es una cuestión de niveles; a un nivel bajo, es manejable, a un nivel alto, se vuelve incontrolable. Piensa que las emociones son impulsos rápidos a la acción que duran apenas unos segundos. Una de las mejores estrategias para cortar un estallido emocional es dejar que la emoción se enfríe. Puede parecer demasiado simple pero, a veces, contar hasta 10 antes de reaccionar, da tiempo a que nuestra razón se active y no nos dejemos llevar por el torrente de emociones desbocadas que está a punto de arrastrarnos. Entrena tu lado más racional y conéctalo con el emocional, somos un todo razón y emoción.

Si aprendes a detectar cuándo estás llegando a tu límite, a conectar con tus emociones y a darles salida, a expresar lo que sientes a tiempo, a hablar si es necesario, podrás tomar las riendas de tu vida, de tus actos, de tus pensamientos y de tus emociones.


Recuerda, expresa lo que sientes o esos silencios harán ruido toda tu vida.

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