lunes, 3 de diciembre de 2018

El Desborde Emocional


Cuando notes que las emociones te desbordan, detente y respira hondo. Todos hemos experimentado esa sensación en medio de una discusión o cuando la ansiedad, siempre atenta y al acecho, toma el control de una situación y nos hace prisioneros… Esos secuestros emocionales resultan devastadores; sin embargo, siempre tenemos a nuestro alcance herramientas para no perder el control.

Es posible que este tipo de realidades nos sean sobradamente conocidas. Hay quien es más vulnerable a las inundaciones emocionales, otros en cambio, hacen uso de un férreo autocontrol gracias al que gestionan una por una cada una de esas “amenazas emocionales”. Como quien se traga a la fuerza una pieza de comida, sin masticarla antes. Sin embargo, ninguna de las dos estrategias suele producir los mejores resultados.

“El cerebro emocional responde a un evento más rápidamente que el cerebro pensante”.
-Daniel Goleman-

La impronta de esos universos emocionales complejos seguirá ahí, en la superficie, robándonos la calma y el equilibrio. Así, un hecho común en la práctica clínica es ver cómo llegan a consulta pacientes que coinciden en sus quejas: el problema con mi ansiedad es terrible”, “no sé qué hacer con mi ira, me supera”, “tengo problemas con mis emociones, no sé qué hacer para que me dejen vivir”.

Este tipo de declaraciones nos demuestran una vez más el sesgo que evidencia la población en general al respecto de este tema. Seguimos pensando que las emociones son malas, que sentir angustia no tiene ningún propósito, que la vida misma sin la sombra del miedo sería una vida con mayor sentido. Se nos olvida, quizá, que esas dimensiones tienen siempre un claro propósito para nuestra subsistencia y adaptación.

Conocer, aceptar y gestionar las emociones mucho mejor, sin rehuir de ellas o negarlas, nos evitará esas inundaciones emocionales tan recurrentes.

Si las emociones te desbordan en un momento dado, busca la línea del horizonte y quédate ahí un instante. Deja que el mundo discurra con sus sonidos, que la discusión en el trabajo siga su curso. Permite que ese estímulo que te asusta quede congelado en el tiempo, atrapado en una dimensión inofensiva. Instala tu mirada en esa línea imaginaria de paz y concede a tu organismo unos segundos donde regular la respiración, los latidos del corazón, la tensión…

Tal y como suele decirse, cuando reina el caos el mejor bálsamo siempre es la calma. Si decimos esto es por un hecho muy concreto. Cuando el ser humano experimenta una inundación emocional quien rige ese mecanismo del pánico es la parte más instintiva de nuestro cerebro; y en esos instantes, todo es caótico, desordenado e intenso. Tanto es así, que en esas situaciones la corteza prefrontal, ahí donde se orquestan nuestra capacidad de análisis, la toma de decisiones y razonamiento lógico, queda “desconectada”.

Las personas que desarrollan trastornos emocionales se caracterizan, en esencia, por algo muy concreto: no pueden o no logran regular sus emociones. Esta situación va creando más angustia con el tiempo hasta dar forma a un tipo de indefensión donde todo escapa a su control. Por tanto, debemos tenerlo claro: las emociones que no regulamos hoy nos desbordarán mañana, y si esta situación se vuelve crónica pueden aparecer condiciones como la ansiedad generalizada y la depresión.

Asimismo, otro aspecto que debemos considerar es el siguiente: en estas situaciones no sirve de nada suprimir las emociones o bloquear los pensamientos. La clásica idea de “no voy a pensar en eso o mejor reprimo esta rabia o este enfado” lejos de ayudarnos nos puede generar más bloqueos y problemas a corto y largo plazo.

Cuando las emociones nos desbordan, de poco sirve decirnos a nosotros mismos aquello de “cálmate, no pasa nada”. Porque para nuestro organismo y cerebro “sí ocurre algo”. Por tanto, en esos instantes lo más adecuado es calmar al propio cuerpo mediante la respiración profunda. Respirar hondo y exhalar nos ayudará a regular el corazón, a quitar tensiones musculares… Y cuando el cuerpo se equilibra, podremos llamar entonces a la puerta de nuestra mente y conversar con ella.


Pongámoslo en práctica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario