Esta exposición muestra una amplia selección de los libros de emblemas que forman parte del Fondo Antiguo de la Universidad de Navarra. Este grupo de obras conforma un panorama que resume de un modo bastante completo lo que fue la historia de este original género del Renacimiento y del Barroco y que aún pervive en cierta manera en la moderna publicidad.
El título elegido, tomado de la empresa v de Saavedra Fajardo, resume tanto la intención final de esta exposición, como uno de los propósitos más importantes del propio género: enseñar deleitando.
En este breve comentario se desglosan, como si de una clase puntual se tratara, algunos aspectos básicos de la emblemática con la intención de ayudar a que estos hermosos libros puedan hablar por sí solos.
Un emblema es una composición artística que transmite un pensamiento, una enseñanza, mediante una combinación de imagen y texto que se amplifican y enriquecen mutuamente.
Estas composiciones reciben su nombre de la obra Emblematum liber de Andrea Alciato —publicada en 1531— en que aparecieron por primera vez, y fueron cultivadas por numerosos autores en multitud de soportes —libros, cuadros, arquitecturas efímeras…— a lo largo de los siglos xvi, xvii y xviii, casi hasta la Revolución Francesa.
Por la forma podemos distinguir tres tipos de composiciones emblemáticas:
a. Los emblemas propiamente dichos: formados por una frase lapidaria—el llamado mote o lema— que compendia la idea y da pie a la composición , y un poema —el epigrama— y una imagen —la pintura— que la glosan y desarrollan.
b. Las empresas —que derivan formalmente de las insignias caballerescas— están formadas sólo por el mote que expone la idea y la pintura que lo glosa, por lo que suele ser necesario el ingenio del observador para desentrañar la relación entre ambos. En los libros de empresas a menudo se les acompaña de «declaraciones» que aclaran esta relación.
c.Los jeroglíficos, inspirados en la escritura egipcia, formados únicamente por la imagen que tiene el pensamiento implícito, y que hay que desentrañar. Normalmente el sentido del jeroglífico es develado por una declaración, sea del autor en un libro, sea en el discurso del orador o predicador que lo emplea como recurso.
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