Si de nuestros ojos dependiera, con el paso de los años los colores
del mundo que vemos perderían intensidad como en una foto antigua,
hasta virar casi a blanco y negro. Y todo porque los receptores que perciben el
color, llamados conos, pierden sensibilidad con la edad y se vuelven menos
eficaces. Por suerte contamos con el cerebro, que evita que nuestra imagen del
mundo adquiera un tono vintage y compensa este deterioro
para que sigamos percibiendo cielos de un azul rabioso y praderas con tonos
verdes intensos durante toda la vida. “El cerebro visual se recalibra a media que envejecemos“,
explica Sophie Wuerger, coautora de un estudio que publica PLoS ONE.
Y es que la percepción
del color es subjetiva. Tanto que los colores se aprecian más grises y azulados (con menos componente
amarilla) si nos sentimos tristes y deprimidos que si nos encontramos en
situaciones emocionalmente neutras, como daba a conocer Psychological
Science.
EL OJO BIÓNICO FUNCIONA
A principios de 2015, Allen Zderad,
que había quedado completamente ciego hace una década por una retinosis
pigmentaria, recuperó su visión gracias a un ojo biónico que le implantaron en la
clínica Mayo. No era el primero en someterse a esta operación. A estas alturas ya son más de
un centenar los invidentes que han vuelto a ver gracias a estos implantes,
formados por una serie de chips y electrodos colocados en la parte de atrás del
ojo que reciben imágenes de una cámara microscópica situada en las gafas que
emplea el paciente.
Aunque suele pasarnos desapercibido, nuestros ojos no paran
de hacer pequeñas y veloces correcciones de la dirección en la que miran. Estos
movimientos, llamados microsacádicos,
se producen del orden de 3 a 4 veces cada segundo, más rápido que los latidos
del corazón. Hasta ahora se desconocía con qué fin se hacían estas
correcciones. Pero científicos de la Universidad de Tübingen (Alemania) parecen
haber dado con la clave.
Según los investigadores, en cada instante solo un área muy
pequeña de nuestro campo de visión se percibe clara y enfocada. Con los
movimientos rápidos redirigimos el ángulo de visualización a los distintos
puntos de interés que parecen interesantes. El cerebro une después estos puntos
y construye una imagen completa. Además, los reajustes constantes de la mirada nos permiten tener mayor
visión periférica, y mantenernos ojo avizor incluso cuando concentramos la
mirada en algo, por si surgen amenazas.
SE PUEDE VER CON EL OÍDO
¿Qué pasa con la corteza visual del cerebro de un ciego?
Pues que lejos de quedar en desuso por la falta de vista, las neuronas se
reciclan y se dedican a agudizar otros dos sentidos: el sonido y el tacto. A
falta de estímulos visuales, la plasticidad del cerebro permite que se usen
estas células para analizar los datos recibidos de otros sentidos, según un
estudio realizado con resonancia magnética funcional que publicaba la revista Neuron
Dicho de otro modo, si los
ojos no dan información, el cerebro recurre a un plan B y recopila
los datos del tacto y el oído para construir una imagen mental espacial del mundo que les rodea.
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