De que vivimos en la era de la información no cabe ya
ninguna duda. Tenemos acceso inmediato a todo tipo de información, datos y
personas a través de múltiples dispositivos y fuentes. Por eso hoy en día es
cuando resulta más necesario que nunca tener un pensamiento crítico y
reflexivo. ¿Para qué? Es sencillo. El pensamiento crítico nos ayuda, a
nosotros y a los más pequeños, a discernir entre lo cierto y lo falso, lo
importante y lo superficial, las evidencias y las opiniones. Nos permite tomar
consciencia de nuestros pensamientos para analizarlos y evaluarlos de forma
efectiva. Y, si bien es cierto que todas las personas tenemos la capacidad de
pensar, esta es una habilidad que puede y debe aprenderse, de la misma forma
que aprendemos a escribir, a bailar o a cantar.
Te damos 8 consejos para desarrollar el pensamiento crítico
con los más jóvenes, en el aula o fuera de ella:
Reserva tiempo y espacio. En nuestro día a día,
ocupados con varias tareas a la vez durante la mayoría del tiempo, es difícil
encontrar un rato en el que la mente se focalice solo en una cosa: pensar.
Establecer un momento del día para pensar de forma reflexiva, siendo consciente
de lo que está pasando por la mente, es importante para crear un hábito y
adquirir práctica.
Promueve el conocimiento y la curiosidad.
Anima a los más jóvenes a realizar nuevos descubrimientos, en su entorno
más cercano o sobre ideas abstractas. Puedes proponer actividades que inciten a
la curiosidad y al conocimiento, siempre adecuadas a su edad. De esta forma
establecerás una puerta de entrada a nuevos aprendizajes y pensamientos.
Enseña a dudar. Sin intención de generar
desconfianza a los más jóvenes, es importante que les plantees la fiabilidad de
las fuentes que consultan y la veracidad de la información que reciben, para
que sean ellos mismos quienes aprendan a diferenciar entre lo que está fundamentado
y lo que no, entre conocimientos completos e incompletos, y puedan así emitir
juicios elaborados.
Pregunta. Es fundamental para fomentar el
pensamiento crítico: ¿qué opinas? ¿como lo sabes? ¿por qué? Es conveniente,
además, que compartas con ellos tu forma de pensar, tus dudas y tu punto de
vista sobre los aspectos que creas convenientes. No hay mejor enseñanza que dar
ejemplo.
Justifica, argumenta, analiza. Busca razones,
explica argumentos, compara ideas de forma ordenada con tus hijos o alumnos y
pídeles que hagan lo mismo. Expresando pensamientos van a tomar consciencia de
la madurez y grado de elaboración de los mismos. Una actividad interesante
consiste en proponer que cada uno defienda una posición opuesta a la suya y con
la que no se sienten identificados. Para ello puedes analizar textos, libros,
charlas, anuncios publicitarios, noticias, declaraciones, etc.
Fomenta la autonomía. Respeta su espacio y propón
lecturas, conversaciones, entornos y actividades que fomenten el desarrollo del
pensamiento crítico de forma autónoma. De este modo tus alumnos aprenderán a
pensar y a opinar a título personal con responsabilidad. Para compartir sus
pensamientos, es importante respetar la forma de expresión en la que se sienten
más cómodos: algunos prefieren explicarse de forma grupal y oral, mientras
otros prefieren hacerlo en un formato más íntimo, por escrito o en pequeños
grupos.
Amplía miradas. Plantea a tus alumnos otras
perspectivas y otros ángulos desde los que se puede enfocar la realidad. Somos parte
de un entorno social, político y cultural normalmente bien definido y nuestro
punto de vista está siempre condicionado por ello. Por eso, intentar ponerse en
el lugar de otros para comprender su punto de vista es una actividad formativa
y creativa muy recomendable.
Profundiza. En el ejercicio de promover el
pensamiento crítico, es importante llegar al fondo de algunos temas que se
estén trabajando. Antes que pedir reflexiones rápidas sobre varios asuntos, es
interesante escoger pocos para analizar en un grado de profundidad más elevado.
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