En ejercicio de su
individualidad el individuo está comandado por sus preferencias, por eso hay a
quienes les gusta la carne de res y a quienes les gusta la de cerdo.
A pesar de los
modelos de conducta determinados por la cultura, por el entorno y la herencia
genética, cada persona tiene una forma de pensar, de sentir y comportarse, una
especie de libreto personal tan irrevocable que ha requerido de pactos que
zanjen las diferencias entre seres de la misma especie.
Dado el carácter fatal de los impulsos
humanos, el papel de la educación es fundamental, pero su rol más dificultoso
quizá sea moderar, mediante lo concertado socialmente, las insólitas
propensiones con que los genes y memes nos arrojan a este mundo. Por ellas hay
quienes prefieren Chopin a Diomedes Díaz, el reguetón a las tarantelas, el
verano a los inviernos, el tequila a la sangría, el ocaso al amanecer y, los
perros o los gatos, los hombres o las mujeres, sin hablar de las malévolas
devociones que la química cerebral despierta en el amo del mundo.
Desde el principio
de los tiempos nos caracteriza la diversidad, nos iguala la mortalidad y nos
abruma la sexualidad, especialmente cuando esta última no corresponde al modelo
heterosexual impuesto por el ritual reproductivo predominante.
Pero, aunque una
orientación sexual homosexual o bisexual sea reprimida por un individuo –y
repudiada por la sociedad–, ella será una inclinación que comandará cada uno de
sus actos, y, así como hay quienes son generosos o mezquinos, benévolos o
inhumanos, la sexualidad es algo más que una elección, es una circunstancia
humana que está respaldada por el
derecho a la igualdad y la prohibición de discriminación en razón de la
identidad de género y la orientación sexual.
Desde esta
perspectiva, tanto usted, lector, como yo, también tenemos igual derecho a
vivir una sexualidad convencional y a criar familias conforme el libreto
personal nos exige. Pero hay que tener respeto por las diferencias.
Conceptos como
sexo, género, identidad de género y orientación sexual no pueden estar sujetos
a rigores religiosos o a contubernios políticos; y ambas cosas han marcado el
debate originado por el documento con que el Ministerio de Educación –requerido
por la Corte Constitucional– está invitando a los colegios a hacer una
reflexión orientada a adaptar sus manuales de convivencia al cambio de
imaginario que presenta hoy el concepto de diversidad sexual.
La decisión de
cómo hacerlo es potestad de cada institución, con ayuda de los padres de
familia.
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