Frustración: definimos el concepto y explicamos cómo evitar
caer en sus garras.
Se oye mucho en el día a día, en los medios de comunicación.
"El entrenador acabó frustrado al no poder remontar el partido",
"Le invadió una fuerte sensación de frustración al no poder lograr ese
puesto de trabajo", etc.
Pero, ¿qué es exactamente la frustración y qué
implicaciones tiene para nuestro éxito en el terreno laboral y personal?
El concepto de frustración se define como el
sentimiento que se genera en un individuo cuando no puede satisfacer un deseo
planteado. Ante este tipo de situaciones, la persona suele reaccionar a nivel
emocional con expresiones de ira, de ansiedad o
disforia, principalmente.
Considerando como un aspecto inherente a la vida humana el
hecho de asumir la imposibilidad de lograr todo aquello que uno desea y en el
momento en que se anhela, el punto clave reside en la capacidad de
gestionar y aceptar esta discrepancia entre lo ideal y lo real.
Así, el origen
de la problemática no se encuentra en las situaciones externas en sí mismas,
sino en la forma en la que el individuo las afronta. Se entiende, desde esta
perspectiva, que la frustración se compone tanto de una situación real ocurrida
como de la vivencia a nivel emocional elaborada a partir de dicha situación.
La adecuada gestión de la frustración deviene una actitud y,
como tal, esta puede trabajarse y desarrollarse; la
frustración es un estado transitorio y, por ende, reversible.
De esta manera, una adecuada gestión de la frustración consiste en entrenar al
individuo en la aceptación tanto del evento externo -lo que ha ocurrido- como
del interno -la vivencia emocional de ello-.
La frustración puede categorizarse como una respuesta primaria o
instintiva. Es una reacción que de forma natural muestra un
estado emocionalmente desagradable cuando se da la ocurrencia de una
interferencia ante la persecución de un objetivo propuesto.
Este es el planteamiento que propusieron autores como
Dollard, Miler, Mower y Sears en 1938, originando un nuevo campo de
investigación sobre esta temática poco explorada anteriormente. La intensidad
de la reacción de frustración puede variar sustancialmente, hasta el punto de
propiciar afectaciones incluso a nivel cognoscitivo en situaciones de elevada
gravedad, como por ejemplo, la aparición de alteraciones en la capacidad de
memoria, atención o percepción.
A las personas que de forma usual reaccionan manifestando
frustración se les atribuye una característica funcional llamada baja
tolerancia a la frustración. Este estilo parece ser más prevalente en la
sociedad actual occidental, donde la mayor parte de los fenómenos que la
componen se basan en la inmediatez y la incapacidad de espera.
Los individuos que presentan este modo de hacer se
caracterizan también por poseer un razonamiento rígido e inflexible, con escasa
capacidad de adaptación a los cambios no programados. Por otra parte, suelen
disponer de una serie de cogniciones distorsionadas que no
se adecuan a la realidad, debido a la cual interpretan como
insoportable el deber lidiar con emociones más desagradables como el enfado o
la tristeza y les conduce, por otra parte, a elaborar una serie de expectativas
previas alejadas de lo racional, desmesuradas y extremamente exigentes.
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