No sé si estarán de acuerdo conmigo, pero lo más habitual
cuando se habla de política, fútbol o religión es que el respeto sea lo primero
que se pierda. Son temas en los que tendemos a enfrentarnos y acabamos
discutiendo de forma bastante irracional. No son éstas las únicas cuestiones
sobre las que solemos mantener posiciones encontradas, y en las redes sociales,
los foros y otros puntos de encuentro que nos ofrece internet podemos encontrar
infinidad de ejemplos cada día.
Las matemáticas, la física y la historia también son muy importantes. Pero siendo las relaciones interpersonales uno de los elementos definitorios fundamentales del ser humano, es llamativo que nadie nos enseñe a cultivarlas de la mejor forma posible.
Las matemáticas, la física y la historia también son muy importantes. Pero siendo las relaciones interpersonales uno de los elementos definitorios fundamentales del ser humano, es llamativo que nadie nos enseñe a cultivarlas de la mejor forma posible.
Escucha activa
Para poder abordar una reflexión desde todas sus perspectivas, conviene disponer de toda la información y los datos necesarios. A menudo la mayor parte de esta información reside en las personas, por ello es primordial maximizar la capacidad de adquirirla mediante la escucha activa.
Es probable que pienses que sabes escuchar. Es lo normal, casi todas las personas piensan que lo saben hacer y que lo practican con esmero. Pero cuando las mismas personas que hacen esta afirmación se ponen “al otro lado”, es decir, en el lado del que habla, piensan que los demás no les escuchan como a ellos les gustaría.
El problema es que cuando escuchamos no solemos ponernos en la actitud mental de “estoy escuchando”, sino en la de “voy a responder a eso” o en “pues mi opinión es…”. Sin embargo, una escucha debe ser genuinamente receptora, abierta, sin ponerse a la defensiva, sin espíritu crítico, debe estar ávida de obtener la información y comprender al emisor. Y debe ser activa, es decir, que no sólo se recibe información pasivamente, sino que también se generan y despliegan comportamientos y entornos dirigidos a promover su obtención, a facilitar que fluya y llegue, optimizando su calidad y cantidad.
Las personas tenemos sentimientos y vidas complejas, llenas de emociones y pensamientos que nos acompañan cada minuto y que condicionan la perspectiva con la que interpretamos el mundo. Por eso, cuando interaccionamos con alguien mediante una conversación es importante ser consciente de que todos esos factores influyen enormemente. Se debe realizar un esfuerzo especial por intentar comprender estos condicionantes y cual es la perspectiva que dicha persona tiene para poder hacer un ejercicio de ponerse en su lugar, realmente, sin caer en el “qué haría yo en su situación”, sino buscando el “entiendo su situación”, y preguntándose “¿por qué está diciendo lo que está diciendo?”
La pregunta inteligente es la forma más eficaz de canalizar una indagación. Las preguntas deben ser concretas si queremos obtener respuestas precisas. Deben transmitir un sincero interés por conocer la realidad, sin parecer inquisitivas o acusadoras. El modo en que se formula una pregunta puede promover entusiasmo y franqueza o posiciones defensivas y resistencia.
Una indagación eficaz enfocada en lo que es correcto y cuyo objetivo sea hallar la mejor solución o elegir la opción acertada cumple lo siguiente:
Para poder abordar una reflexión desde todas sus perspectivas, conviene disponer de toda la información y los datos necesarios. A menudo la mayor parte de esta información reside en las personas, por ello es primordial maximizar la capacidad de adquirirla mediante la escucha activa.
Es probable que pienses que sabes escuchar. Es lo normal, casi todas las personas piensan que lo saben hacer y que lo practican con esmero. Pero cuando las mismas personas que hacen esta afirmación se ponen “al otro lado”, es decir, en el lado del que habla, piensan que los demás no les escuchan como a ellos les gustaría.
El problema es que cuando escuchamos no solemos ponernos en la actitud mental de “estoy escuchando”, sino en la de “voy a responder a eso” o en “pues mi opinión es…”. Sin embargo, una escucha debe ser genuinamente receptora, abierta, sin ponerse a la defensiva, sin espíritu crítico, debe estar ávida de obtener la información y comprender al emisor. Y debe ser activa, es decir, que no sólo se recibe información pasivamente, sino que también se generan y despliegan comportamientos y entornos dirigidos a promover su obtención, a facilitar que fluya y llegue, optimizando su calidad y cantidad.
Las personas tenemos sentimientos y vidas complejas, llenas de emociones y pensamientos que nos acompañan cada minuto y que condicionan la perspectiva con la que interpretamos el mundo. Por eso, cuando interaccionamos con alguien mediante una conversación es importante ser consciente de que todos esos factores influyen enormemente. Se debe realizar un esfuerzo especial por intentar comprender estos condicionantes y cual es la perspectiva que dicha persona tiene para poder hacer un ejercicio de ponerse en su lugar, realmente, sin caer en el “qué haría yo en su situación”, sino buscando el “entiendo su situación”, y preguntándose “¿por qué está diciendo lo que está diciendo?”
La pregunta inteligente es la forma más eficaz de canalizar una indagación. Las preguntas deben ser concretas si queremos obtener respuestas precisas. Deben transmitir un sincero interés por conocer la realidad, sin parecer inquisitivas o acusadoras. El modo en que se formula una pregunta puede promover entusiasmo y franqueza o posiciones defensivas y resistencia.
Una indagación eficaz enfocada en lo que es correcto y cuyo objetivo sea hallar la mejor solución o elegir la opción acertada cumple lo siguiente:
Promueve la reflexión cuestionando todo lo relevante y
conduce a nuevos consensos.
Permite que todas las persones compartan sus reflexiones e
información, de manera franca y espontánea y así todo lo relevante se tiene en
cuenta.
Anima a compartir información y reconoce a las personas que
lo hacen.
Establece la base para una evaluación objetiva de la
situación.
Recuerda que solamente lograrás la escucha activa cuando la
otra persona considere que, en efecto, le has escuchado mientras hablaba. Por
mucho que tú pienses que has hecho lo que debías, la única forma de saber si lo
has conseguido es preguntándole a tu interlocutor.
Si él confía en ti, te dirá
sinceramente si se ha sentido escuchado y en qué aspectos de los comentados
anteriormente tienes opciones de mejora.
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