Un paso. Otro paso.
Uno más. La marcha se hace lenta. Cuesta caminar. La subida es empinada.
El sendero no está marcado. Contemplando las estrellas todo se vuelve más
fácil. No estamos solos. ¿Hacia dónde vamos? ¿Por qué tanta gente
permanece indiferente? Subir aporta claridad, pero hacerlo implica un esfuerzo
que muchos no están dispuestos a realizar. La seguridad se paga con la libertad.
Debemos seguir andando. Hay que aprender a confiar. El camino señalado es
invisible. Sólo el corazón puede verlo. Sentir es la clave para seguir
avanzando hacia la luz.
Las estructuras se esfuman. Hay
que permanecer alertas. Nunca se sabe de qué manera se presentará el próximo
desafío. Las pruebas son una constante que nos ayudan a elevar.
Hombro con hombro,
alma con alma, así, juntos, todo se hace más simple. La mano cálida de un
peregrino me apuntala. La sonrisa de otro hermano me infunde optimismo. Todo
suma. Es un honor poder disfrutar cómo las mariposas danzan con el viento. Las
abejas y picaflores también nos acompañan. Son mensajes sutiles que confirman
la senda elegida. El corazón simplemente agradece por tanta felicidad.
A lo lejos, todavía
se escucha el eco de la risa de las masas. Creen que estamos locos por querer
que la paz y la armonía retornen a la Tierra. Cantemos. Que nuestras manos se
unan bien alto, para que desde el valle de lágrimas vean que marchamos unidos
en el amor, irradiando la energía de una nueva humanidad.
No somos mejores ni
peores que los demás, sólo buscamos no vivir en la inconsciencia.
Se necesita coraje,
fe y actitud para seguir peregrinando. La vibración del despertar insufla
energía, cicatriza las heridas y abre los ojos del alma. La maestría del
corazón nos guía. Podemos no verlos, pero estamos acompañados.
Seres de
luz nos protegen. El caos, la desesperanza y el odio quedan en sus bajos reinos
de sombras. Luz por un lado, oscuridad por el otro. Las aguas se dividen.
Un
nuevo orden se despliega.
Me pediste ayuda
compañero de ruta, lo mejor que puedo hacer es recordarte que falta muy poco.
No aflojes, ánimo. Toma mi mano y ponte de pié. Tenemos que continuar. Imagina
lo majestuoso que será llegar a la cima.
Despreocúpate,
vamos bien. Disfrutemos del silencio. Contemplemos el paisaje.
No hacen falta
las señales, nuestros espíritus saben que aunque no existan los carteles
indicadores, éste es el camino señalado.
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