El mundo es sobre todo de los que andan por ahí
desnudos… Aunque también es de los que no se atreven a desnudarse porque aún no
se conocen lo suficiente.
De esas personas que ya no se asustan por darse a conocer y
admitir que la vida les duele, que se sienten decepcionados y que esperaban
más… Que deciden descubrir por qué se sienten así y se responsabilizan de sus
fantasmas y sus dolores…
Y también de esas que culpan a los demás de sus desgracias
inventadas y construyen muros para que la vida no les afecte, no les golpee, no
les contagie.
Es de todos… De los que lo recorren y de los que usan sólo un
rincón porque no creen que merezcan más.
El mundo es los que admiten sus errores y se sienten
vulnerables sin dejarse ahogar por la culpa… De los que aceptan que la
verdadera perfección es imperfecta y asumen que los demás no están aquí para
satisfacer sus necesidades y alimentar sus expectativas…
De los que se vacían las entrañas de mentiras piadosas y
tragan verdades crudas y amargas porque saben que nunca podrán vivir de
sucedáneos.
Hasta que no miras en el espejo y ves lo que realmente eres,
no hay tregua, no hay calma… La lucha más dura siempre es contigo mismo… El
enemigo más despiadado siempre eres tú.
El mundo es de los hambrientos y los alegres. De los que
están metidos en su vida y se notan los dedos de los pies cuando sueñan. De los
que lloran para que no se les enquisten las lágrimas y cuando se pierden se
dibujan un atajo sin esperar encontrar la señal. Aunque también es de los
tristes y desganados, de los que se inundan de autocompasión pero en algún
momento, cuando el asco está a punto de vencerles, deciden levantarse y mirar
en su interior…
El mundo es de los que se adentran en la noche porque no
pueden esperar a que sea mañana y de los que se comen la impaciencia si hace falta
para conseguir oler sus sueños.
Es de los callados también. Y de los que parlotean porque el
silencio les duele tanto que no soportan su ruido ensordecedor… De los que
cuando se quedan solos se sienten libres… De los que cuando se quedan solos, se
sienten solos…
El mundo es incluso de los que están solos entre la multitud.
Hasta que no te aceptas y te reconoces, hasta que no abrazas
la necesaria soledad para indagar en tu belleza y en tus miserias no consigues
el regalo de conocerte, de estar contigo y bucear en tu inmensidad…
El mundo es de los que aman delirando por poder seguir ese
amor sin esperar nada pero sin degradarse nunca. De los que sacan ventaja del
dolor y saquean su mente buscando pensamientos dulces para los momentos
amargos
.
Aunque es también de los que se aferraron a un amor y
dependen de él para respirar…Porque no saben aún que hasta que no se amen a sí
mismos, los todos los amores que encuentren no serán más que una prueba
para que descubran cómo encontrarse, cómo comprenderse, cómo sentirse cómodos
en su piel…
El mundo es de los que nunca se resignan y se fabrican
placebos para poder seguir andando cuando los pasos se les borran y el
cansancio les rompe las ganas.
Y de los que han perdido porque no lo intentan. Porque tal
vez les va bien caer para poderse levantar…
Es de los fracasados que no ceden al asco. De los
desheredados que no esperan más legado que el de la pasión y la fuerza… De los
que cantan sin que nadie les oiga y bailan sin necesitar encontrarse el cuerpo.
El mundo es de los que andan por ahí abiertos y no les
importa que los demás conozcan sus miedos y miserias…
De los que no admiten regateos en sus valores y conquistan su
paz a base de paciencia. De los impacientes que nunca llegan porque siempre
necesitan…
De los que renuncian a tener la razón a cambio de conciencia.
De los que cambian la certeza por la risa y la incertidumbre
por confianza…
El mundo es de los que se desesperan sin encontrar salida y
se encierran en su ego para decidir que no hay justicia.
El mundo es de los que construyen fortalezas con las piedras
que les lanzan y usan su miedo de catapulta para llegar antes al final del
camino y volver a empezar.
El mundo es de los que comprenden a los demás y de los que
nunca lo hacen. Y de los que jamás se pondrán en piel ajena ni llorarán ese
dolor extraño que te une a otros… Es suyo también porque, aunque lo desconocen,
ellos son los que más compasión necesitan.
Si no comprendemos a los que no ven la vida como la vemos
nosotros, también somos injustos… Si no conocemos su historia ni su dolor ni
sabemos qué pensamientos pasan por su cabeza ni cómo se estremece su cuerpo
ante algunas situaciones… Si no sentimos ni percibimos cuál es la medida de su
alma no podemos entender sus gestos ni sus palabras…
Si les juzgamos sin saber, nos quedamos sin la oportunidad de
aprender.
Porque cada persona que se acerca a nosotros viene con una
enseñanza bajo el brazo. Con una prueba que tenemos que superar, con un
obstáculo por saltar o rodear… Si les rechazamos porque no se parecen a
nosotros o no viven la vida según nuestras normas, nos perdemos el regalo que
traen para nosotros…
Al fin y al cabo, si tanto nos molestan, es porque nos vemos
en ellos. Porque nos traen la respuesta a una pregunta que no nos atrevemos a
formularnos, porque nos recuerdan lo que negamos que somos o nos da miedo
aceptar que podemos llegar a ser… Porque no nos reafirman sino que nos
cuestionan nuestras creencias... ¿acaso no son cuestionables?
¿No nos merecemos ponerlas a prueba para saber si son
firmes? ¿Nos da miedo perder nuestra esencia o que en realidad se nos caiga la
máscara que nos hemos puesto?
Cada persona que se acerca a nosotros y nos molesta viene a
zarandear nuestros valores y poner en evidencia nuestras maravillosas
debilidades para que aprendamos de ellas… Viene a remover nuestra conciencia
para ampliarla, a demostrarnos que debemos desaprender mil creencias grabadas a
fuego que nos limitan, a poner en jaque nuestra vida para que nos conozcamos
mejor y tomemos las riendas…
Sólo aceptando a esas personas nos aceptamos a nosotros… Sólo
aceptándonos a nosotros somos capaces de aceptarles a ellos. Cuando les
juzgamos, nos juzgamos a nosotros mismos… Si les apartamos sin comprender ni
descubrir antes por qué nos duele como son, nos apartamos a nosotros y a la
posibilidad de encontrar el aprendizaje que traen para nosotros…
Son las personas que necesitamos conocer para crecer… Si
decides no verlas, no mirarlas, no entenderlas… Decides no verte a ti mismo…
Y cuando lo aprendemos decidimos si les queremos cerca o no,
aunque, entonces, casi ya no importa… Una vez saldas cuentas contigo y te
comprendes, ellos ya no te afectan ni te molestan.
La vida, el camino, la posibilidad de ser, la oportunidad de
vivir, las ganas de sentir, la ilusión de llegar a dónde sueñas… El mundo es de
todos, incluso de los que no lo recorren porque su miedo a ser les aleja de él…
Incluso de los que aún ignoran que lo es…
El mundo está en tus manos siempre, aunque a veces no lo
puedas ver…
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