Recordar que el ser humano aparece poco a poco y en
distintos lugares, aunque no al mismo tiempo, ya que las historias y progresos
de hombres y pueblos no han ido parejo.
Eso sí, al orden de los primates pertenecemos
todos, son nuestros más próximos parientes con los que hemos compartido durante
siglos la existencia, y hemos dado lugar a distintos pueblos, pero una sola
humanidad.
En un desarrollo lento, difícil, larguísimo, se
destacan “momentos” en los que los humanos han logrado reunirse en clanes.
Momentos o tiempos o estadios en los que, según los entendidos, los instintos y
hábitos sexuales pasan, del puro naturalismo con sus módulos biológicos
heredados, a una organización social consciente, adquirida. Ya se van las
hordas, y se vislumbra la familia.
Ya va desapareciendo el emparejamiento, y
viene, poco a poco, el matrimonio. Ya se va superando lo de macho y hembra, y
van apareciendo los maridos y las esposas.
Más adelante aparecen los hombres cazadores y las
mujeres recolectoras de frutos. Ya tenemos el hogar, el fuego familiar que es
lo que separa en la caverna una de otra familia.
Vamos avanzando en el tiempo, y nos encontramos con
los grupos familiares que se instalan en las costas y en las proximidades de
los ríos. El cambio general que supone los hábitos sedentarios y la
agricultura; el desarrollo de las facultades mentales, la imaginación y las
habilidades manuales… Todo logrado a ritmo lento pero constante y seguro, como
quien se propone, sucesivas metas, cada vez más altas. Así fue creciendo el ser
humano.
Y seguimos. Ahora la progresiva civilización o
humanización se muestra en la región mediterránea y, si pensamos en la Biblia,
coincidirá con la etapa de los patriarcas, con Abraham, las antiguas culturas
egipcias, mesopotámicas y, más adelante, las griegas y romanas.
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