Hay momentos en los que estamos deseando quedarnos, que
daríamos lo que fuese por tener motivos para hacerlo pero que, sin embargo, no
nos queda otro remedio que volar. Porque a veces, quedarse es ir demasiado
lejos.
Decir adiós son
palabras mayores. Plantearnos llegar a un punto de “no retorno” nos
angustia, así que nos hartamos de los “hasta luego”, de poner puntos
suspensivos donde toca un punto y final y decir adiós aunque nos duela el alma.
“Y un día, sin tú esperarlo, me fui. Sin despedida,
sin previo aviso, ni reproches. Porque a veces quedarse es ir demasiado
lejos.”
-La luz de Candela-
Digamos que es una cuestión de salud emocional. De alguna
manera, si queremos que todo siga igual debemos permitir que todo cambie. Y es
que al decir adiós nos retumba el
alma, pero es la única forma de cerrarle la ventana al dolor,
a la desilusión y al desencanto.
Cuando la serpiente tiene que desprenderse de su piel vieja,
escoge transitar por dos piedras próximas que le aprieten, le rasquen y le
ayuden a eliminar su piel. Ese tránsito le provoca dolor, pero le ayuda a
deshacerse de lo viejo para dar lugar a lo nuevo.
Es el final de un proceso y el inicio de otro. Y en ese
tránsito sufrimos. Si nos resistimos a atravesarlo, la angustia se
incrementa, pues no soltamos lo que ya no nos aporta, lo que no necesitamos, ni
damos espacio a lo que quiere nacer.
Quedarse no es la opción para liberarnos.
Resulta curioso cómo nos desnudamos cuando más frío hace. No
nos permitimos conocer más que el fuego abrasador y el frío intenso. La
cuestión es que sabemos lo que tenemos que hacer mucho antes de tomar la
decisión, incluso antes de comenzar a pensar en ello.
Es normal que nos resistamos a dar el paso, pero lo que está
claro es que cuando nos atrevemos a decir adiós comenzamos a construir
relaciones sanas y positivas, a no sentir ese vacío emocional
que devora las entrañas y a valorar de verdad a las personas que merecen estar
en nuestra vida.
Porque si eres tan valiente de decir adiós vas a darte
cuenta de que precisamente es ese peso el que te quitas de encima. Quizás
es porque te vas a permitir alcanzar tu temperatura ideal y no ese frío intenso
o ese calor abrasador al que vives sometido.
“Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la
vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes
la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas,
o cerrando capítulos, como quieras llamarlo.
Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la
vida que se van clausurando.
No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni
siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo,
hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni
empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar
vinculado a nosotros.
¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!”
-Paulo Coelho-
No hay comentarios:
Publicar un comentario