miércoles, 7 de febrero de 2018

Disfrutar De El Ocio


EL CONFLICTO DEL OCIO Y LOS CAMBIOS SOCIALES El título de la ponencia representa en sí mismo una declaración de intenciones porque si entendemos el ocio como esparcimiento y diversión y la diversión como espacio de distensión y relajación de los individuos, no debería de representar ningún problema para la convivencia ciudadana.

Pero no siempre es así, de ahí que debamos calificar el ocio que todos deseamos como ocio inteligente. Y es que parece que estemos hablando de dos tipos de ocio. Por un lado parece que la diversión sea trasgresión sistemática de la convivencia y el orden establecido y, por otro lado hablamos del ocio inteligente que consiste en disfrutar de esos momentos de disfrute y relajación de las obligaciones laborales, de una manera respetuosa para con los demás.

Pero en el fondo esta afirmación es una falacia, no existen dos tipos de ocio tan diferenciados, como la gente no se divide en buena y mala, sino que todos tenemos buenos y malos momentos, si bien es cierto que siempre hay algunos que tienden a buscar los límites de la convivencia, tanto en esta actividad como en cualquier otra. Lo que existen son MODELOS DE OCIO, por un lado tendríamos el carácter mediterráneo o extrovertido, en el que los individuos tienden a ser más abiertos, más sociables, frente a un modelo, más individualista y consumista.

En nuestra cultura mediterránea nunca ha sido lo normal el no compartir con los amigos los momentos de ocio, para nosotros eso siempre ha sido así, de ahí el carácter lúdico-festivo de nuestra tierra. Además estamos en un momento de ruptura entre dos estilos de vida: la cultura del trabajo y la cultura del ocio, 

las sociedades que vivían por y para el trabajo están dando paso a otra cultura en la que si bien el trabajo es importante, ya no acapara todos los días de la semana he incluso la jornada laboral diaria tiende a acortarse para disponer de más tiempo para el ocio, un ejemplo, la tendencia de las 35 horas semanales.
Nos toca vivir en un momento de cambio que, si bien es lento, es también inevitable, ya que la mecanización de los procesos productivos no necesita tanta mano de obra y dejan mucho tiempo de ocio a la clase productiva. 

El debate se suscita en relación a cómo debe ser la correcta utilización del tiempo de ocio y los retos y oportunidades asociados a su correcta ordenación y regulación. Por un lado debemos reflexionar sobre la generación de más oportunidades laborales en el sector de servicios, sobre todo los relacionados con el ocio, los servicios y el turismo en general y, por otro lado, sobre la mayor calidad de vida vinculada a la mayor disponibilidad de tiempo y recursos para realizar esas actividades. 

Solo hay que darse una vuelta por cualquier ciudad para comprobar que los espacios de ocio no solo son para los más jóvenes – tradicionales consumidores del ocio, especialmente del ocio recreativo-, sino que se ha producido una diversificación de la oferta de ocio por edades. En este sentido ya no es raro ver a la población adulta y madura disfrutando en la calle de su ocio, los fines de semana.

Además este nuevo mercado del ocio recreativo está dando un salto cualitativo en el que es posible ser un ciudadano alemán y el viernes tarde abordar en Berlín un avión y pasar el fin de semana en muchas ciudades españolas por un precio casi simbólico. Si bien esto es bueno para la concepción de la identidad europea, para los negocios vinculados al ocio y para el mestizaje cultural, también es cierto que nos proporciona un nuevo concepto de población flotante fuera del periodo estival, que puede poner de moda algunas ciudades españolas, básicamente por su clima y por su oferta recreativa, y esto a su vez traer una mayor masificación a los espacios de ocio.
Conociendo esta tendencia, se nos presenta un nuevo reto, resultado de la fusión entre todas las variables que hemos comentado: los modelos recreativos y consumistas, el cambio de la cultura del trabajo a la del ocio, los nuevos mercados del ocio, la generación de riqueza y de puestos de trabajo etc.) que debe ser abordado con el mayor rigor, si no queremos que una oportunidad histórica e irrepetible para el desarrollo económico y social de nuestro país se vuelva en nuestra contra. Es imprescindible convertir el ocio en una actividad de consenso, que resuelva el déficit de convivencia y sobre todo de concienciación ciudadana sobre el impacto del ocio.
Cuando una parte de la ciudadanía sale a divertirse, otra opta por quedarse en su casa y cuando las zonas de ocio están debajo de estas casas y existe una masificación de público, se produce un impacto acústico y unas molestias vecinales derivadas de consumos abusivos de alcohol, problemas de drogodependencias, de seguridad vial,.... en fin de convivencia. Y si esto se produce en zonas como son los centros históricos que padecen con frecuencia un elevado grado de deterioro urbanística y/o de marginación social, falta de infraestructuras, dotaciones de servicios etc., normalmente el ocio aparece como el principal responsable de un problema que, en realidad es estructural.
los estudios realizados sobre los hábitos sociales de nuestros ciudadanos son claros: El ciudadano asume su responsabilidad y su falta de civismo como principal responsable del impacto del ocio y, paradójicamente, exige que se pongan en marcha campañas de sensibilización y todo tipo de iniciativas que incidan en la responsabilidad del usuario del ocio en la buena convivencia urbana.
El principal objetivo de estas acciones no puede ser otro que el de promover un clima de reflexión en conjunto de la sociedad sobre las necesidad de que cada uno de nosotros asuma su responsabilidad en la construcción de la correcta convivencia ciudadana.

Todo esto es bastante fácil de decir, pero ¿cómo lo hacemos? quien le pone el cascabel al gato. Llegado a este punto y siguiendo las opiniones de los propios usuarios del ocio y, en general, la mecánica de otros fenómenos sociales,

las instituciones se encuentran atadas de pies y manos para poder abordar este tipo de problemáticas. El discurso institucional cada vez se encuentra más alejado de las prioridades ciudadanas y sus actuaciones se contemplan cada vez más vinculadas a necesidades electorales.


O lo que es lo mismo, el discurso oficial genera reservas y escepticismo entre los colectivos sociales que no confían en la bondad de los argumentos políticos. 

En este contexto debe ser la sociedad civil la que cobre el mayor protagonismo como responsables y líderes de este proyecto, que debe generar el adecuado clima de concertación social, y en cuyo marco se debe plantear la implicación de la acción institucional. 

Solo mediante la activación de un debate social abierto y participativo estaremos en condiciones de legitimar un plan de actuaciones que debe tener, como primer objetivo, generar la complicidad del ciudadano de la calle.

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