La realidad social se
configura y re-configura permanentemente a partir del sentido que las
sociedades dan al mundo. Desde estas significaciones las personas configuran su
orden social; sus formas de ser, hacer, representar en el mundo, organizando en
este marco su vida cotidiana.
Ella se establece como
práctica social en la medida que adquiere el suficiente arraigo, significación
y objetivación que les da un sentido transformador a sus actores sociales y su
entorno.
El objeto del presente
artículo es abordar algunas perspectivas desde las cuales se ha configurado la
práctica social, que se salen decididamente de la dimensión meramente
funcional, y que evidencian la potencia de este concepto en la configuración de
seres humanos como expresión de humanidad desde los imaginarios sociales.
En el
texto se propone un análisis de algunas tendencias de la práctica social
buscando establecer una síntesis de consideraciones por las cuales esta
adquiere una dimensión como expresión de humanidad; confronta teorías que la
apoyan y soporta su propuesta en la lógica de los imaginarios sociales para
superar la práctica como mera actividad y situarla como escenario
socio-histórico y psicosomático.
La práctica social debe ser
considerada como expresión de toda la humanidad del ser humano representada en
sus imaginarios sociales; esto es, que debe reconocer, en primer lugar, que el
ser humano, quien realiza la práctica social es un ser socializado, o sea que
cuando interactuamos con alguien, ese alguien es de por sí y por herencia
social, un sujeto con un complejo entramado socio/histórico el cual influye en
una práctica social.
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