jueves, 8 de febrero de 2018

Lecciones De Una Vaca


Una vaca es como un libro abierto; parece que me está diciendo: 
"tranquilo amigo, sosiégate. Aprende de mí; estoy en paz conmigo misma y con el mundo. Soy algo gruesa –aunque tampoco es para tanto- y mi existencia es modesta. No me doy muchas vueltas: como hierba, doy buena leche, mujo, y ante todo soy una sencilla vaca, feliz de serlo”. Pienso que puede ser un buen mensaje para el hombre de hoy.

Los filólogos nos dicen que el término sereno significa “sin nubes, cosa clara”. Es hermoso contemplar con frecuencia el regalo diario que los amaneceres nos ofrecen en las jornadas de buen tiempo. El turquesa celeste, contrapunteado por la discreta forma de los árboles y la funcional arquitectura urbana, se abre en un haz de luz benefactora. Pero este lujo de las zonas meridionales no está al alcance de todas las latitudes. Hay lugares donde la lluvia, las nubes y el frío tienen una presencia anual muy considerable. Ciertamente hay gente que ha cantado bajo la lluvia; el escritor Chesterton la consideraba como un fenómeno “tonificante y moral”. La nieve tiene también su indudable magia y es campo de juegos y batallas para escolares.

Sin embargo, en ciertas mañanas de invierno alguien puede ver el día más patético que prometedor. Qué decir si además uno tiene la ocurrente lotería de chocar levemente con otro conductor y se dispone a la gravosa firma de partes para las aseguradoras automovilísticas...¡Qué mala pata!...Pero también qué gran ocasión para vivir la serenidad. Las personas podemos penetrar con luz propia en las borrascas de cada día. Frecuentemente nos abrumamos por las situaciones adversas, pero también podemos despejar brumas cuando el periscopio de nuestra alma racional es capaz de ver, por encima del turbio oleaje, contornos más luminosos y nítidos.

La serenidad no es el temperamento del flemático, ni el vacío insustancial de un corazón frío. Tampoco es la lentitud triste del abúlico. La serenidad, aunque nuestro temperamento fuera fogoso, es un ejercicio del carácter por el que lo racional intenta sobreponerse a lo puramente impulsivo. La serenidad es un imperio de la inteligencia sobre los vaivenes de la vida; se trata de un fruto de la templanza. La serenidad da algo de luz en la noche.

Algunos estudiosos relacionan la palabra serenidad con el término latino serum, “la tarde, el anochecer”. Tras un día de trabajo llega la paz de la noche. Surge una pregunta oportuna pero incisiva: ¿Tienen paz nuestras noches?...Dicen que la mejor almohada es una conciencia tranquila. Se trata de una frase feliz dicha por alguien con el cuerpo sano. Sospecho que debe haber más de algún irresponsable que duerme a pierna suelta y un buen número de personas sensatas que tienen problemas de sueño. En cualquier caso la caída de la tarde supone una cierta reflexión sobre el día transcurrido. Cuando se hacen cosas que merecen la pena –y, por tanto, la incluyen- se termina la jornada con cierta satisfacción.

Entre esas cosas destaca como un lucero aquella por la que, según el clásico castellano, seremos juzgados al final de nuestras vidas.



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