Entonces, si la luz está presente tanto en el mundo exterior que percibimos como en nuestro propio organismo ¿dónde surge el color, en qué rincón emerge? El mundo que vemos ¿está ahí fuera? ¿está dentro? ¿fuera o dentro de qué o de quién? ¿del cuerpo? ¿del yo? ¿Dónde está el límite, la frontera, entre lo interior y lo exterior? El color nos ayuda a vivir ese tránsito constante entre los mundos, a recordarnos, desde el ámbito fronterizo e imaginal, que hay una corriente de intercambio energético que no se detiene, que desborda los límites. La luz y el color están allí, ahí y aquí, nos hacen recordar argumentando nuestra visión, haciendo legible y comprensible nuestra experiencia del mundo, del acontecer, y nuestra propia naturaleza de claroscuro.
Todo ello nos lleva inevitablemente a reconocer que son
muchos los ámbitos donde acontece el fenómeno del color pero también que,
independientemente de dónde se produzca su brotación, podemos decir que el
color es primariamente inflexión, información, señal, y que, como todo código
de señales, el lenguaje cromático ha de comprender una lexicografía, una
gramática, una sintaxis, una semiología y una hermenéutica. En el marco de las
culturas occidentales modernas, los primeros ámbitos han suscitado más interés
que los últimos, y, de éstos, el más relegado hasta hoy ha sido seguramente el
ámbito hermenéutico, por la imposibilidad del pensamiento moderno más tardío de
utilizar marcos interpretativos unitarios, un serio problema epistemológico del
que hablábamos al comenzar este ensayo.
La hermenéutica, en este caso aplicada al color, requeriría
de una actitud y una visión holísticas que trascendiesen el marco lógico y
analítico de la física y la biología —e incluso el más aparentemente subjetivo
de la psicología— como ciencias separadas e independientes, y se abriesen a una
dimensión más insegura y vulnerable, a un ámbito de experiencia
interdisciplinar donde pudiesen vislumbrarse, además de las diferencias y
especificidades, los vínculos y señalamientos, las homologías y
correspondencias. Esta actitud y esta visión más allá del análisis mecanicista
han eclosionado en la contemporaneidad durante las dos últimas décadas, por lo
que aquel olvido resulta aún comprensible.
Hoy hablamos ya de Biofísica y de
Biofotónica, como campos de investigación holística que tienen en cuenta los
diversos aspectos del fenómeno lumínico/cromático.
La voluntad hermenéutica siempre aspira a alcanzar el
manantial de los significados, ese ámbito polisémico donde entran en contacto
los datos de nuestra experiencia sensible y el mundo abstracto de la lógica y
de las ideas, mediante la visión imaginadora, la meditación y la experiencia
conceptual más extrema. Quizás sea este el ámbito que pueda sernos de más
utilidad a la hora de abordar un estudio unitario y holístico del color desde
una perspectiva fenomenológica.
El recorrido y los aconteceres de la luz en la creación son,
al mismo tiempo que vibración escueta, señales llenas de sentido, estaciones
alumbradoras de la conciencia. Darse cuenta de ello es asistir al fenómeno de
la transmutación incesante, de una creación constante y recurrente. Las
experiencias cromáticas que vivimos a diario, en su mayoría inconscientes o
poco conscientes, conforman literalmente nuestra visión interior, colorean por
así decirlo nuestra imaginación conceptual, componiendo un entorno formal
favorable al conocimiento, a la comunicación y a la co-creatividad, soportando
en gran medida los diversos lenguajes que utilizamos.