El mundo se rige por diferentes normas. O al menos
lo intenta. Las profesiones establecen códices de modo colegiado y así como hay
pautas para la conducta médica, periodística o pedagógica, existe —deben
existir— para los gremios, desde las secretarias a los panaderos. Obviamente,
las normas, las pautas, los cánones tipifican. Si un inspector acepta soborno o
procede con coacción, el peso de la ley debería ser el doble de tajante, por el
carácter cínico y perverso del culpable.
En la vida cotidiana las normas también tienen compromisos.
Ofrezco ejemplo real: un joven lanzaba su pita desde el muro del malecón
habanero. Con el molinete que pretendía enviar lejos anzuelo, carnada, plomada
y esperanza de captura, puso en riesgo a quienes hacían ejercicios en el área.
Advertido del despropósito el joven respondió con burla «que tengan cuidado
ellos que son los que se van a joder». El imberbe pescador pecó de
incivilizado, sin la menor conciencia social. Mostró la más absoluta falta de
ética.
Pero el deber ser, sea abstracta axiología o vulgar
evaluación interior entre el YO y los demás, necesita florecer primero en el
humano. Es cuestión de siembra. Se irriga con el ejemplo de la familia y se
cultiva en la escuela.
Según cualquier diccionario, ética —del latín ethica y del
griego ethika— es el conjunto de principios y reglas morales que regulan el
comportamiento y las relaciones del ser humano. Es también la parte de la
filosofía que estudia la moral de los actos del ser humano y los califica como
buenos o malos.
Es también apego a los principios y las reglas morales, que son
las normas, conductas, prácticas, comportamiento, proceder y actuación. Y en
versión del Gran Diccionario de la Lengua Española —Editorial 2001— la
formación ektikos pyretos procede del griego para definir la fiebre constante y
la tisis, similar a la tuberculosis. Pero no es el caso. O tal vez sí,
metafóricamente hablando de enfermos o enfermedades.
El muchacho de anzuelo pavoroso, está enfermo; enfermo grave
como un inspector que acepte coima.
Tiempos difíciles vive el mundo. Sin embargo, la ética sigue
siendo la misma filosofía de la Antigua Grecia, una doctrina de lo bueno-malo-correcto-incorrecto-obligatorio-permitido.
Y esta Cuba que amamos y padecemos es parte del contexto internacional en
crisis en las que no nos faltan ejemplos criollos con anzuelos pavorosos,
coimas perversas y doble moral. Muchos debaten si faltan leyes o si urge
enseñar ética desde los rudimentos, los conceptos o los paradigmas.
Si es cierto que nacemos individuos pero no sujetos —y en el
transcurrir nos trasformamos en tales—, resultan claves los principios
ético-cívicos, en el camino de convertirnos en personas respetuosas, con
dignidad y responsabilidad hacia nosotros mismos y hacia la sociedad.
Pero es
largo ese camino de ser ciudadanos libres, solidarios, participativos y capaces
de sostener criterios humanistas, de defender derechos y de cumplir deberes, en
una sociedad que castigue la falta de moral y de virtud, pero igualmente evalúe
y encuentre maneras de premiar los paradigmas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario