Encarar los retos
del día a día en tiempos inestables, supone un arte al cual tenemos que
ejercitarnos.
Nada es imposible con un poco de visión y voluntad. ¿Pero que
necesitamos para ese desafío?
Muchos ingredientes entran en línea de juego:
reflexionar, tener una visión clara de sus objetivos y de cómo lograrlos, poner
en marcha un plan de acción, preparar un plan B por si las cosas no salen como
uno quisiera, perseverar, y lo que es más importarte conservar la motivación
hacia lo que uno desea.
La motivación es un
estado en el cual uno se “auto inspira” sin depender de las circunstancias.
Para ello necesitamos una buena dosis de optimismo y confianza en nosotros
mismos, en los demás y en las circunstancias para asegurarnos de que la
“fijeza” de ciertas situaciones puede variar.
Aunque no lo
parezca, el uso que hacemos de nosotros mismos, nuestro lenguaje corporal con
toda su vivencia intrínseca, tiene mucho que ver con la manera en la que nos
relacionamos con nosotros mismos, con los demás y también en la manera de
actuar.
¿Te sientes erguido
frente a las circunstancias de tu vida diaria o poco a poco vas perdiendo
fluidez y capacidad de responder con soltura a los diferentes retos cotidianos?
¿Cómo mantienes tu vitalidad para tu acción cotidiana? La fatiga es menester
cuando van pasando las horas de nuestro tiempo laboral pero siempre necesitamos
un capital energético importante, para hacer frente a improvistos cotidianos.
¿Cuántas personas
acaban sus jornadas con dolencias de todo tipo? Dolor de espalda, cuello y
cervicales, dolor ocular, cansancio prematuro, migrañas. No querría pintar un
cuadro demasiado oscuro de la situación pero si alentar a la toma de conciencia
del cuidado personal. Necesitamos cuidar nuestro cuerpo para poder responder
con frescura y aliento a las diferentes solicitaciones que se nos presentan.
Hablando en
términos de psicofísica, nuestra relación a la gravedad, es el cimiento que
determina la fluidez o la pesadez de nuestras acciones y sedimenta la capacidad
de mantenernos erguidos frente a cualquier tipo de circunstancia. Nuestra
estructura corporal está diseñada para la adaptación y nuestro sistema
nervioso, maneja los artilugios necesarios para ello. Cuando se impone un
cambio o un desequilibrio, nos permite el arraigo necesario para la
supervivencia.
Aprender de ello,
no es solo preservar su capital salud, manteniéndose en forma, sino desarrollar
habilidades nuevas de adaptación frente a contextos y entornos dispares.
Recuperar los
mecanismos naturales de nuestro organismo, clarificando la percepción de uno
mismo en la acción, son termómetros que permiten una autorregulación sana y
equilibrada en el día a día.
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