Observar y
acompañar amorosamente, sin juicio es un aprendizaje duro y algunos días
abruptos.
Mi espíritu a veces
anhela esa varita mágica capaz de con un solo golpe disolver cualquier
sufrimiento. Porque los aprendizajes personales son duros.
Pero los que más
duelen son los de las personas que amamos. Quizá sea la ausencia de uno de los
padres durante la infancia, quizá una adicción en la familia, la ausencia de
personas importantes, amigos que se distancian...
Aprender a no interferir en
procesos, mantenernos a un lado y hablar solo cuando se pida nuestra opinión.
Aprender a no manipular, levantar el pie del acelerador y ser generosos a la
hora de brindar el tiempo necesario para cada uno.
Sin olvidar darnos
tiempo para recuperarnos de esas experiencias a nosotros mismos. Porque cuando
remolcamos a los demás solemos dejar de prestar atención a quien conduce y sólo
miramos que no se suelte lo que viene detrás.
Pero no debemos olvidar, que lo
que empuja debe ser cuidado con mimo, procurando no quedarnos con esas cosas
que pretendemos arrancar de los demás.
"La vida es
un arco iris que incluye el negro." Yevgeny Yevtushenko
Últimamente he
echado de menos a algunos amigos, la presencia de quien pudiera tirar de mí
también. Puede que en paralelo estamos viviendo situaciones que en el futuro
hagan que nuestra relación sea más sólida, puede que no soportemos lo que esa
relación muestra de nosotros mismos, puede que algunas relaciones simplemente
no tengan que ser ahora.
Con el tiempo
también se aprende a no reprochar las ausencias. Y a recibir con gratitud el
más leve gesto de ánimo o complicidad. Hay quien aun estando lejos, puede
situarse en nuestro regazo en una llamada telefónica.
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