“Admiro a los hombres y mujeres que han
desarrollado un espíritu inquisidor, que no temen a las nuevas ideas pues
son peldaños hacia el progreso. Debemos, por supuesto, respetar las opiniones
de otros, pero no debemos tener temor de disentir – si estamos informados. Las
ideas y expresiones compiten en el mercado del pensamiento, y en esa
competencia la verdad emerge triunfante. Sólo el error teme a la libertad de
expresión”.
La profesora de sicología, Charlan Nemeth, de la Universidad
de Berkeley ha escrito un interesante libro: In Defense of Troublemakers: The Power of Dissent in Lifeand
Business (En
Defensa de los Alborotadores: El Poder del Disenso en la Vida y los Negocios).
Si bien en él no se acerca al tema religioso, sus observaciones son más que
interesantes. Asegura que las personas, en general, no están muy abiertas al
cambio en sus creencias e intentan exponerse únicamente a aquella información
que confirma lo que ya creen (Hemos analizado en este blog anteriormente la
idea de “disonancia cognitiva” y su implicancia en la Iglesia, donde sólo
tendemos a escuchar argumentos “promotores de la fe”, aunque tengan un origen
falso, antes que una idea novedosa y contradictoria, aunque sea verdadera). El
“pensamiento mayoritario” tiende a ser equivocado porque en la práctica no
involucra en absoluto el pensamiento. No necesitamos pensar. Simplemente
aceptamos el consenso generalizado, como lo hacen casi todos los humanos. En
ese proceso, dejamos de lado cualquier información que no apoye el punto de
vista de la mayoría.
La
investigadora está segura de que el disenso nos ayuda a pensar mejor, pues nos
obliga a volver a mirar la evidencia con mayor detención y a hacernos preguntas
más difíciles. Nos abrimos a nuevas estrategias para resolver los viejos
problemas. Aún un solo disidente puede hacer una gran diferencia si logra
romper la barrera del pensamiento consensuado. Y lo que encuentra muy
importante es que el disenso es valorable aún en los
casos en que se logre demostrar que el disidente está equivocado,
pues el proceso de asimilación de la nueva idea y de intentar contradecirla nos
obliga a más profunda reflexión y llegamos a un acuerdo de las mayorías de un
modo más lógico y bien informado.
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