Hasta hace algunos años internet sólo posibilitaba
la consulta de los portales entonces existentes. La mayoría de las personas
eran receptores de contenido, pero con la llegada de la web 2.0 esto
cambió: ahora muchos pueden participar, se da una interactividad y una
intercomunicación que enriquece y, muchas veces también, es benéfica y
constructiva. Ya no sólo se es receptor, también se puede ser emisor.
Muchos portales de internet actuales permiten
comentar las noticias, los artículos e incluso videos, audios y fotografías.
Esos comentarios nos permiten expresar nuestro parecer, dar nuestra opinión, y
esto es algo que ayuda sobremanera al autor e incluso, cuando es sincero y de
buena voluntad, da pie a un debate y enriquecimiento recíproco.
Sin embargo, la mayoría de las ocasiones los
comentaristas escriben desde el anonimato. En esos casos, el autor de
determinado artículo está en disparidad pues mientras él responde dando la
cara, el otro “esconde” su identidad verdadera.
Esto es especialmente penoso cuando las anotaciones
de los comentaristas son de carácter mordaz, insultante o difamatorio. ¿Cómo
puede dar respuesta el autor de un escrito publicado cuando la otra parte
rehúye la responsabilidad que conllevan sus afirmaciones y cada una de sus
palabras?
Lo que se dice y hace implica una responsabilidad
moral. El anonimato es, las más de las veces, fuente de rumor y otras tantas de
calumnia y mentira. Son más precisas y valiosas las aportaciones, también las
que no concuerdan o incluso cuestionan la opinión de las personas que firman
los artículos, cuando se da la cara y no se “lanzan piedras” desde el
anonimato. De otro modo, cómo darles valor, cómo sopesar su autenticidad, cómo
calibrar su peso y cómo entablar un diálogo.
Todos tenemos un nombre y un rostro. Y si se van a
hacer aportaciones, del tipo que sea, nunca está demás vivir en la autenticidad
de quien se es realmente.
Suele ser también recurrente el pasar del tema
concreto de algún contenido a temas periféricos o ni siquiera relacionados. Hay
que tener en cuenta siempre cuál es el tema a discutir y ceñirse al mismo. De
otro modo la dispersión es la conclusión y un verdadero debate no es posible.
Para eso hay que leer bien e íntegras las entradas, no sacar de contexto las
oraciones y reconocer que no siempre se puede tener razón (lo que implica una
dosis de humildad para todos).
Hay un video que me
gusta mucho y suelo utilizar en mis conferencias. Me gusta porque –aunque está
enfocado más bien al ciberbullyng– matiza visualmente lo expresado: si algo no
lo diría en público, entonces tampoco habrá que decirlo ocultando la mano que
aventó la piedra.
Creo que, en
buena medida, esto ayuda tanto a quienes de modo periódico escribimos en medios
digitales: saber con quién podemos entablar un diálogo sincero,
independientemente del tema, conociendo el rostro del prójimo.
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