Las cosas sencillas de la vida son como esas
estrellas que relucen en las noches despejadas. Siempre están ahí,
rodeándonos, ofreciéndonos su magia sutil; sin embargo, no todos los días nos
detenemos a mirarlas ni recordamos que existen.
Sólo cuando nos faltan, sólo cuando la vida nos da un
pequeño o gran revés, apreciamos de golpe lo que de verdad edifica nuestro
corazón, lo que constituye cada una de esas cuerdas internas que dan música y
sentido a nuestra existencia.
Las cosas sencillas, amables y discretas forman día a día la
orilla de nuestra vida, ahí donde yacer en los días de tormenta y donde todas
nuestras alegrías cobran sentido.
Hay quien suele decir que cuanto más sencilla sea nuestra
forma de existencia menos preocupaciones tendremos y menos errores cometeremos.
Ahora bien, cada cual es libre de complicarse la vida tanto como desee, todos
tenemos derecho a asumir riesgos, proyectar sueños y
a tener un círculo social tan amplio y variado como queramos.
Lo principal, la clave de
todo no está en llevar una vida sencilla sino en ser sencillos de pensamiento y
saber qué es lo importante, qué
es lo que de verdad hace feliz a nuestro corazón y nos identifica. A partir de
ahí, todos nosotros muy somos libres de edificar nuestros microuniversos
particulares. Te invitamos a reflexionar sobre ello.
Hay un dato que nos llama la atención, Google publicó hace
sólo unos días cuáles son las búsquedas más comunes entre los usuarios. Entre
ellas, la que casi siempre es tendencia es una en concreto: “¿cómo ser
feliz?”
Ser feliz es cerrar los ojos y no desear nada más, y para
ello, basta con que dejemos de medir la felicidad por el dinero que tenemos o
dejamos de tener: sino por aquellas cosas sencillas que no cambiaríamos ni por
todo el dinero del mundo
Llevar una vida plena y consciente es saber entender en qué
momento de tu vida estás, y en sentir tu presente, el aquí y ahora.
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