Sobrevivir implica seguir vivo a pesar de las estrecheces o
dificultades de la vida o
al menos seguir con lo imprescindible para ello. Sin embargo vivir va mucho más
allá. No es solamente respirar, tener vida, crecer, desarrollarse, evolucionar,
cambiar... Creo que vivir, además, implica disfrutar de cada momento como si
fuera único y especial. Y es que, cada segundo que vivimos pasa y no vuelve a
nosotros, por ello es importante saber disfrutarlo con lo que traiga y lo que
implique, de la mejor manera posible, para ser capaces de vivir una vida con
mayúsculas y saber sacarle todo el jugo.
No hay que dejar de pensar que si nos
ocurren cosas, sean las que sean, es porque estamos vivos. Si
somos capaces de apreciar cada una estas cosas que nos ocurren como un regalo,
o una oportunidad para aprender, desde la aceptación que no la resignación,
entonces estaremos viviendo de verdad.
¿Pero qué sucede cuando sentimos que
todo aquello que estamos viviendo es demasiado difícil para enfrentarlo? Puede
que adoptemos una posición de victimismo, de resignación o, en el peor de los
casos, hasta nos deprimamos. Otra posibilidad es que ese sentimiento de
supervivencia emerja desde el valor, la lucha, la rabia, desde una fuerza
interna que nos lleva a sentirnos incluso como una especie de héroes o de
heroínas.
A mi modo de ver, este sentimiento de supervivencia puede
tener su lugar en esas circunstancias concretas, pero si lo prolongamos en el
tiempo, haciendo de ello nuestro estilo de vida, nos puede llevar a una
situación de estrés e insatisfacción crónica. Ahora vayamos al otro lado del
terreno, es decir al de la vida, al de vivir y no sobrevivir. Aquí cambia
completamente nuestra actitud y nuestro enfoque, permitiéndonos el espacio y
el ambiente ideal para reconocer la vida en todo lo que somos, vemos, hacemos y
en aquello que nos ocurre. Hay vida en una sonrisa, en una
mirada empática, en la ternura, en el amor, también en la rabia, en el enfado;
hay vida en la naturaleza, en todo el universo, y nosotros mismos somos parte
de ella.
Les propongo la idea de que hemos sido diseñados para vivir y
no para sobrevivir, al menos de manera continuada. Y si le damos la vuelta,
podemos pensar que cada momento de esta es el resultado de la supervivencia. Tú
decides como quieres enfocarlo. Sea como sea, lo importante es que vivas o
sobrevivas tu propia existencia y que nadie lo haga por ti.
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