domingo, 1 de abril de 2018

Todo Nos Incumbe


Todos tenemos o hemos tenido relaciones difíciles de llevar y que, por una cuestión o la otra (parentesco, cariño, obligación laboral, etc.) no podemos deshacer, y por lo tanto estamos casi obligados a mantener. Porque, digamos, si alguien no nos gusta cómo es o cómo nos trata y no nos importa esa persona nos alejamos y asunto resuelto. El tema es cuando estas relaciones perduran... y nos lastiman.

En este caso hay dos cuestiones básicas que debemos tener en cuenta si queremos manejarnos inteligentemente en nuestras relaciones, sobre todo cuando son difíciles. La primera tiene que ver con el lugar que nos damos en la relación y, la segunda, nuestras expectativas acerca de ella y de la otra persona.
 El lugar que nos damos en la relación
A veces nos damos cuenta que nos hayamos en una relación tóxica, dañina. Nos vemos intentando relacionarnos con ciertas personas que tienen patrones de comunicación y comportamiento que nos hacen encontrarnos una y otra vez en una situación frustrante y angustiante, incluso de crisis, que terminan por hacernos reaccionar de una manera que no nos gusta y nos deja mal parados ante nosotros mismos. Por mucho que, incluso, pueda haberse hablado, por las muchas razones que se hayan intentado, concretamente volvemos una y otra vez a encontrarnos con situaciones de celos, culpas, cargas que no nos corresponden, quejas, etc. etc. etc.

También puede pasar que la persona en cuestión haga promesas con respecto a tener una actitud diferente que nunca cumpla. Y acá un poco el segundo punto.

Nuestras expectativas
Cuando las relaciones son con personas que nos importan, porque son nuestros padres o pareja o amigos muy íntimos, siempre les damos el beneficio de la duda, no porque hayan demostrado ser confiables, sino porque deseamos profundamente poder relacionarnos de una manera más amorosa y sana con ellos... y ahí nuestra debilidad. No porque no se les pueda dar nuevas oportunidades a las personas que amamos, sino porque de alguna manera creemos que sin cambiar nada todo va a modificarse mágicamente sólo porque lo deseamos mucho.

¿Entonces no hay más remedio que cortarlas o padecerlas?
En realidad hay algo que podemos hacer. Ya les di una clave en el título de esta publicación. Y tiene que ver con tomar protagonismo en nuestras relaciones. En lugar de aceptar pasivamente la propuesta que nos impone, explícita o tácitamente, el otro (en este caso que hablamos, tóxica), empezar a decidir qué tipo de relaciones queremos tener, alimentar y mantener. Si las relaciones que tenemos están planteadas en determinados términos y no nos gustan, tenemos que ir pensando en plantear nuevos.

Es decir, sólo permitir relaciones sanas en nuestra vida, para ambas partes. Y, muy importante, actuar en consecuencia. Porque si solo lo planteamos pero seguimos actuando de la misma manera que antes, adivinen qué, va a seguir sucediendo lo mismo.

Y en cuanto a las expectativas. Nuestro deseo de creer. No quiero resultarles pesimista pero... la gente en general no cambia, menos si ha tenido buenos resultados con ello (es decir, por ejemplo, si siempre fue caprichosa y le cumplieron con sus caprichos para evitar "problemas" o "para mantener la fiesta en paz" ¿Por qué va a dejar de serlo?) La tendencia es que se perfeccione en más de lo mismo. Salvo que haya realmente un despertar interno donde la persona busque un cambio desde adentro...la gente no cambia. Y esto lo digo para que despertemos de nuestra fantasía de que las cosas van a ser diferentes sin hacer nada para que eso suceda.
Entonces, si el o la otra persona no va a cambiar, ¿Qué es lo que queda por hacer?

No podemos cambiar a los demás, pero lo que sí podemos hacer, lo que sí está en nuestro poder, lo que es realmente nuestra responsabilidad, es decidir cuál va a ser nuestra respuesta a la propuesta que nos hagan y tener, a su vez, una propuesta propia.

El cambio está en nosotros. Las relaciones necesitan por lo menos de dos personas. La respuesta está entonces en tomar nuestro lugar y, si es necesario y la otra persona no está capacitada, tomar las riendas de la relación.  Aceptar lo que es aceptable y no permitir lo que no lo es. Querer al otro sí, pero sin olvidarse de uno. Y saber y tener bien en claro que haremos lo que esté en nuestras manos, lo mejor que nos salga y el resto... depende de la otra parte.
Parece fácil decirlo pero no tanto hacerlo ¿Verdad?
Si trabajamos en tener un eje fuerte, una mente despejada y un corazón compasivo (que nos incluya,) todo esto va a ser más sencillo. Vamos a tener las cosas más en claro, la fuerza y determinación para poder hacerlo y la comprensión necesaria para que nuestras decisiones sean acordes a formas más sanas y amorosas de relacionarnos.

Lo digo y lo vuelvo a repetir mil veces, tenemos más poder sobre nuestras vidas del que creemos o nos hicieron creer... sólo hay que descubrir cómo realizarlo... en todas las áreas de nuestra vida.



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