Día a día, maestros
y profesores ven en sus salas a esos pupilos que, sentados en las últimas
filas, se pasan toda la clase en silencio, abstraídos en un punto de la clase o
bien garabateando en secreto en sus cuadernos.
No les complace
contestar en voz alta las preguntas ni interaccionar en las lecciones. No
marchan de esa forma. No obstante, los centros de educación, e inclusive las
universidades, prosiguen valorando al alumno que participa.
Ese estereotipo que
vincula extraversión de manera exitosa o bien eficiencia, prosigue muy
arraigado en nuestras mentalidades y en nuestra sociedad.
Los expertos en
sicología social, por servirnos de un ejemplo, nos señalan que en estas últimas
décadas el perfil de la persona extravertida, atractiva mas al unísono
egocéntrica y poco sensible a las necesidades extrañas.
Las personas mudas
no son necesariamente tímidas. Son pausadas, tienen otro ritmo, otros tiempos y
otras necesidades. Para ellas, el planeta, va en ocasiones demasiado veloz y no
alcanzan a poder examinar tal como desean cada aspecto, cada detalle.
Pues cada matiz de
su realidad debe pasar primero por el filtro de las emociones, y tal delicadez,
tal minuciosidad lleva su labor, su lenguaje, su artesanía.
Las peculiaridades
de la persona callada y retraída
Piensan
ya antes de charlar. Son considerados en el momento de comunicar, saben oír,
meditan y después responden.
No
les complace la superficialidad. Su foco de interés navega en las profundidades
de la realidad, son imaginativos, les agrada relacionar ideas, conceptos, son
soñadores y acostumbran a charlar con ellos mismos todo el tiempo.
Las
personas mudas acostumbran a caracterizarse por una buena autoconfianza. No se
dejan llevar tampoco por creencias extrañas, tienen unos valores sólidos y unas
ideas claras.
Prefieren
redactar a comunicar. Se sienten más cómodos con la palabra escrita.
Para finalizar,
como hemos señalado con previamente, la soledad es un cobijo común en la
persona retraída.
No obstante, cabe
apuntar que no la procuran como mecanismo de escapada, sino más bien como
espacio para recobrar la energía y la claridad cuando el planeta les
sobresatura con sus estímulos, sus voces y sus prisas.
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