No se puede empezar
a escribir sobre calidad sin tener en cuenta que los pilares donde se asienta
la CALIDAD con mayúsculas son las personas. Sin éstas, la calidad no adquiere
un significado real.
Las cosas pueden TENER calidad (texturas, sabores,
confort, etc.) los lugares pueden TENER calidad (amplios, acogedores,
luminosos, etc.) y todo ello está bien. Pero solo SER de Calidad si el
factor humano interviene en ellas.
Cuando hablo de
calidad humana me refiero a los valores que una persona debe poseer.
Hablo de respeto, de educación, de espíritu de sacrificio, de espíritu de
servicio, de bondad, de amabilidad, de responsabilidad, dulzura, paciencia,
compromiso, lealtad, cariño, etc.
Si pensásemos en el
prójimo como aquellas personas que directa o indirectamente reciben el impacto,
sufren o gozan en mayor menor medida las consecuencias o repercusiones de
nuestros actos, deberíamos ser más cautelosos y más humanos a la hora de realizarlos.
Básicamente todos
necesitamos las mismas cosas: alimento para el cuerpo y alimento para el alma.
Las necesitamos de forma distinta, es cierto, pero todo se reduce a eso.
Y en la forma en la que recibimos ambos alimentos se encuentra las mil y
una diferencias que nos diferencian. Y es en la manera que damos ambos
alimentos donde se muestra nuestra condición de humanos.
La Calidad Humana
se muestra siempre al DAR y al RECIBIR. Todos somos actores y espectadores al
mismo tiempo.
De todo. Así pues todos hemos de mejorar.
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