“El significado de 'viejo' está cambiando, sobre todo
gracias a los avances en los tratamientos médicos para las enfermedades
crónicas”, explica el analista. “Pero todavía la mayor parte de la gente se
retira alrededor de los 65 años, y por lo tanto, la edad media de jubilación
tiene poco en cuenta nuestras expectativas de tener una vida larga y
saludable (en la que podríamos contribuir a la economía, más que
convertirnos en beneficiarios pasivos)”.
Es el viejo argumento a favor del retraso en la edad de jubilación, pero que pone de manifiesto una peculiar
realidad. Mientras que en los entornos laborales cotidianos prolifera cada vez
más el “edadismo” (“ageism”), la discriminación a aquellos
trabajadores que se consideran demasiado viejos para su puesto, aquellas
posiciones en las que se concentra el poder (empresarial, político, financiero)
se benefician de los avances médicos que permiten vivir más, mejor,
con más
energía… y, de esa manera, perpetuarse en sus puestos.
Si esto es así, ¿por qué parece que vivimos en un mundo
pensado por y para los talentosos veinteañeros? En primer lugar, porque es un
estereotipo muy atractivo, tanto para periodistas como para el mundo de la
empresa pasando por la cultura popular.
Si hoy se habla de un emprendedor,
tendemos a pensar en un joven ambicioso, con grandes ideas y que no parará
hasta ver sus sueños cumplirse. Como señalaba un reportaje de 'The Atlantic', la realidad es completamente distinta en
el supuesto paraíso del emprendimiento, EEUU, donde la cantidad de jóvenes que
dirigen una compañía ha
caído en un 65% durante los últimos 30 años.
“Los jóvenes pueden estar liderando el país en
emprendimiento como mentalidad”, señalaba el artículo. “Pero cuando se trata
del emprendimiento como actividad, las generaciones mayores están haciendo la
mayor parte del trabajo”. En otras palabras, y aunque suene poco atractivo, las
personas al frente de la mayoría de negocios no son “jóvenes con sudadera y un
patín bajo el brazo, sino su papá o su mamá”.
Es posible que esta confusión venga de la diferente
visibilidad de ambas generaciones. Las historias de jóvenes exitosos son
atractivas, mientras que las de hombres de mayor edad que amasan dinero y poder
día tras día es mucho menos romántico. En otras palabras, ¿alguien se acordaba
de Donald Trump y de su patrimonio antes de que se
presentase a candidato republicano? ¿Cuántos lectores han tenido que comprobar
si Buffett seguía vivo? En muchos casos, apenas conocemos detalles de la vida
personal de los multimillonarios que cierran los grandes tratos en todo el
mundo, ya que su presencia mediática es limitada, aunque su peso en los
negocios y la política global sea mucho mayor.
Eso contradice la mayor parte de discursos que existen sobre
el futuro, y que señalan que son los jóvenes (los supuestos nativos digitales) quienes deben liderar los cambios
que están por venir a corto plazo.
Hace apenas unos días, Jack
Ma (52
años), fundador de Alibaba, recordaba que hoy en día
deberíamos fijarnos en las personas que tienen 30 años, “la generación de
internet”. “Son ellos los que van a construir el nuevo mundo”, añadía.
Pero su
afirmación plantea grandes preguntas: ¿cuándo ocuparán el
lugar de sus predecesores? Es más, ¿cuánto tiempo
aguantarán en sus puestos después del relevo, dado que vivirán aún más y mejor
que la generación inmediatamente anterior?
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