Desde el tiempo de nuestros abuelos, fue tema de discusión si la gente era tonta o mala porque no estudiaba o porque sus problemas los traían de nacimiento. Y se discutía que al malo y al tonto había que conducirlos por el camino del conocimiento para hacer de ellos personas buenas, útiles, brillantes.
Otros, decían que
el malo lo era porque ya había nacido con alma mala, que más bien necesitaba
redención, que le hablaran de las cosas de Dios.
Sin embargo, una
tercera opinión decía que si se era tonto de nacimiento, bien poco se podía
hacer por un individuo y remataban con el dicho del encabezado que reza: Lo que natura no da, Salamanca no lo presta; en
alusión a la prestigiosa y antigua Universidad de Salamanca, España.
Hay alumnos que
ponen sus codos en el pupitre, pero su mente está en otra parte: Dice el dicho
que no hay peor sordo que el que no quiere oír.
Hay estudiantes que
en vez de poner sus ojos en el pizarrón, ponen su mirada al interior de su
mundo atormentado por la problemática propia de la adolescencia y se sienten
negados para aprender; y no porque no puedan, sino porque como dice otro dicho
de origen bíblico: no hay peor ciego que el que no
quiere ver.
Así las cosas, para
lograr la superación personal hay que poner en juego, la voluntad, el esfuerzo,
y sobre todo, procurar una mente sana y despejada, de lo contrario, no se
esfuerce: pues lo que natura no da, Salamanca no lo presta.
O como dice mi compadre Pancho: me sales más caro que un hijo
tonto en el Tecnológico. O sea, de qué sirve que te tenga en la
escuela más cara, si tú nunca pondrás nada de tu parte.
Muchos estudiantes
conocí que traían sobre sus espaldas una carga social y económica que no les
dejaba avanzar para llegar a la ansiada meta que habían soñado. Problemas como
la pobreza que no les daba para cubrir cuotas ni de una escuela pública y
vivían siempre con hambre y mal vestidos. Otros, con problemas morales por
padres desordenados o de familias desintegradas; siempre inmersas en un medio
social que los arrastraba a la violencia o a los vicios como puerta de escape.
Algunos resistieron
heroicamente para mantenerse en el camino; pero otros, sin apoyos de ninguna
especie, renunciaron a todo convencidos que habían nacido para macetas y jamás
pasarían del corredor.
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