Filosofía
Al paso del tiempo siempre
nos preguntamos qué es lo que haremos con nuestra vida y todo nuestro entorno,
el personal, académico, profesional, laboral, familiar; y si somos honestos
generalmente pensamos en un futuro próspero, una bonita familia, un excelente trabajo;
pero lo que la mayoría de las personas no hacen es pensar en los pasos que los
llevara a ello. Algunos dicen que harán lo que sea para conseguir lo que
desean, otros para conseguir lo que puedan y unos tantos más para conseguir lo
que quieren. La pregunta importante es: ¿Será lo mismo el poder, el querer y el
deber?
En los inicios de la filosofía, al hombre le daba temor
preguntarse el porqué de las cosas que sucedían, por tal razón la mayoría de
los filósofos se dedicó a observar su entorno y contemplar todos los
acontecimientos desde su más mínimo detalle tanto en la naturaleza hasta en el
comportamiento de los seres humanos. Con respecto a este último, Aristóteles y
Sócrates hablaron de la felicidad perfecta y de lo que era una virtud.
Para Aristóteles, la felicidad perfecta consistía en hacer lo
que le causara más placer a un ser humano, en su caso, era la contemplación, le
gustaba pasarse horas en esta actividad y descubrió que eran los momentos más
felices de su vida.
Para Sócrates, aquel ser humano que era capaz de encontrar su
virtud o areté, era el ser más dichoso del mundo, en otras palabras, aquella
persona que sabe para qué es bueno será feliz desempeñando esa actividad o lo
que sea que fuere.
A qué viene lo anterior, que desde hace muchísimos años el
ser humano descubrió como ser feliz eligiendo el camino del querer. Pero
entonces ¿Qué sucedió? ¿Por qué el cambio repentino de decir “quiero hacer
esto” a debo hacer esto” o más aun “solo puedo hacer esto”?
La respuesta, pues simplemente dejamos de hacer lo que
queríamos porque consideramos el deber como un mandato, una regla que debo de
cumplir para lograr mis metas; debo trabajar para tener una linda casa, debo
tener una buena figura para que alguien se fije en mí, debo comportarme según
me dicte mi entorno social para ser aceptado(a), etc., y la lista puede
continuar y encontraremos miles de cosas que anteponen el “debo”.
Ahora hagámonos la siguiente pregunta: ¿Lo que hago es lo que
realmente quiero hacer? A lo largo de nuestra vida, cuantas cosas hacemos
cuando ni siquiera tenemos ganas ni el ímpetu de hacerlo, aquí es donde entra
el “hago lo que puedo”, lo que significa que hemos entrado en una etapa de
conformismo personal “hago lo que puedo porque no debo hacer más”, sin embargo,
todas estas frases son las que se utilizan cotidianamente en el léxico de cada
persona, si ponemos atención, escuchamos estas frases día a día, se han
heredado de generación en generación y le hemos inculcado a las generaciones
futuras lo que deben hacer mas no lo que quieran hacer.
Podemos poner como ejemplo a los estudiantes que están por
salir de un bachillerato, personalmente me ha tocado escuchar a sus padres
decir; que si eligen ser músicos, artistas, cantantes, o profesiones que no son
muy comunes; se morirán de hambre; cabe mencionar que si sus progenitores se
dedican a la medicina o a la abogacía, pretenden que sus hijos sigan ese mismo
camino sobre todo por comodidad laboral, ya que no batallaran para conseguir
algún trabajo, tendrán buenas influencias debido al legado de sus padres. En
este momento, estas personas que están por salir de su bachillerato se verán
influenciadas para tomar la decisión que deben más no la que quieren.
Debido a lo anterior, frecuentemente los seres humanos están
acostumbrados a que les faciliten el camino a sus metas y si dentro de esto,
está el no hacer lo que se quiere, hará lo que debe por comodidad. Lo anterior
en palabras de Ortega y Gasset, quien decía que el ser humano se ha vuelto
desagradecido y comodino, por eso lo llamo el “hombre masa”, quien solo espera
a ver quién le facilita las cosas para poder hacerlas aunque no lo quiera.
Tenemos que comprender que el deber y el querer, no
significan lo mismo. El deber es una palabra autoimpuesta por nosotros, por la
sociedad en sí; hemos comprado la idea de que el deber es más importante que el
querer y que es una regla que debo cumplir.
Querer, significa tener una capacidad de elección y de
ejercer voluntariamente mis deseos o de rectificarlos, decidir qué es lo más
importante para mí y para cumplir mis objetivos, tomar en cuenta la viabilidad
de lo que quiero realizar, las oportunidades y todo lo que tenga que ver con el
entorno de mi meta.
¿Y qué sucede con el poder? Bueno, el poder tiene que ver con
las circunstancias que rodean mi objetivo, a veces se presentan situaciones que
no dependen de nosotros y que hacen que cambiemos de metas o de caminos, lo
primordial en este caso, es que no desistamos en ningún momento de lo que queremos,
sin embargo, cuando utilizo, el “yo solo puedo…” para quedarme conforme, solo
estamos limitándonos de saber de qué somos capaces, hasta donde somos aptos
para llegar a conseguir lo que deseamos.
Lo importante hasta este momento es que ya se observe la diferencia
entre el querer, el poder y el deber. Ahora ya sabemos que de acuerdo a lo
anterior, la frase más importante es “lo que quiero es…” debemos dejar a un
lado lo que los demás quieren para nosotros, debemos pensar en que es lo más
importante para lograr mis objetivos pero sin afectar lo que realmente estoy
dispuesto a hacer.
Y ahora, ¿Cómo vamos a pensar en lo que
queremos? En primer lugar debemos discriminar lo que debes hacer de lo que
quieres hacer, cambia el tengo o el debo por el quiero, si ya estás en algo que
debes hacer, busca el lado bueno y aprende a querer lo que haces, aprende a
cumplir lo que realmente debes y que te corresponde solo a ti y por último, no
desistas, si fallas en hacer algo que quieres, sigue intentado, no hay límites
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